Matutina para Adultos | Domingo 09 de Febrero de 2025 | ¿Nos escucha Dios siempre?

Matutina para Adultos | Domingo 09 de Febrero de 2025 | ¿Nos escucha Dios siempre?

¿Nos escucha Dios siempre?

«Yo sé que siempre me oyes» (Juan 11:42).

¿Escucha Dios siempre nuestras oraciones? Hay quienes enseñan que eso depende de nuestra fe, de nuestro fervor, de nuestra humildad y de nuestra disponibilidad.

Yo diría, sin embargo, que nos escucha siempre. Pero, como padre, es demasiado bueno e inteligente como para darnos todo lo que le pedimos, aunque nos expresemos con todo candor y con toda vehemencia.

A veces solo nos da lo que nos conviene. Y a veces su respuesta es «no».

Recuerdo a uno de mis alumnos que se me quejaba a menudo diciendo: «Yo he orado muchas veces y muy pocas he recibido respuesta».

Yo no puedo saber de ninguna manera si han sido o no respondidas todas las peticiones hechas a Dios. Lo que sé es que, si quedan súplicas por contestar, no son tanto las que nosotros hacemos a Dios como las que él nos hace a nosotros: «No juzguéis, para que no seáis juzgados» (Mat. 7: 1), «Perdonad, si tenéis algo contra alguien» (Mar. 11: 25), «Dad limosna […] porque donde está vuestro tesoro allí también estará vuestro corazón» (Luc. 12: 33-34), «Amaos unos a otros como yo os he amado» (Juan 15: 12), «Estad siempre gozosos [ … ]. Dad gracias a Dios en todo» (1 Tes. 5: 16, 18), etcétera.

Ante el aparente silencio de Dios, la Biblia nos exhorta a «orar sin cesar» (1 Tes. 5: 17), es decir, a mantener la relación, sabiendo que él nos ayudará a aceptar la realidad en la que nos toca vivir y a trascenderla. Porque «orar sin cesar» no significa que Dios solo cede al cabo de una larga y machacona insistencia por nuestra parte, sino que podemos sentir su presencia en cualquier circunstancia: fregando los platos, conduciendo un automóvil, trabajando o estudiando.

Jesús estaba seguro de que Dios lo escuchaba en cualquier circunstancia: «Yo sé que siempre me oyes». Por eso insiste en repetir que Dios nos escucha siempre (Mat. 6: 6). Ni siquiera es imprescindible cerrar los ojos o doblar las rodillas, porque cuenta más la disposición interior que la posición de los párpados o de las piernas. Pero si orar es aproximarnos a Dios y abrirnos a su influencia, los momentos más enriquecedores serán nuestros encuentros a solas, cuando estamos receptivos y listos al diálogo, dispuestos a escuchar y disponibles para servir.

Así vengo ante ti hoy.

Deja una respuesta