Matutina para Adultos | Domingo 15 de Septiembre de 2024 | El Dios cuyo amor te transforma

Matutina para Adultos | Domingo 15 de Septiembre de 2024 | El Dios cuyo amor te transforma

El Dios cuyo amor te transforma

“Él siempre había amado a los suyos que estaban en el mundo, y así los amó hasta el fin” (Juan 13:1, DHH).

Si hubo entre los doce apóstoles de Cristo uno que destacó por la seguridad que tenía de que Jesús lo amaba, ese fue Juan. Estaba tan convencido de ello que llegó a ver el amor de Jesús como su principal identidad. En el capítulo 21 de su Evangelio, refiriéndose a sí mismo, en lugar de decir simplemente su nombre como hace al mencionar a Pedro, prefiere llamarse “aquel discípulo a quien Jesús amaba” (vers. 7). Y no es que Juan pensara que Jesús hacía acepción de personas; al contrario, él mismo dice en el versículo de hoy que durante todo su ministerio, Jesús amó a sus discípulos y mantuvo ese amor hasta el fin. Pero para Juan, el amor de Jesús era algo personal más que colectivo; algo que él había experimentado y de lo que testificaba, porque vivía bajo esa convicción. Juan no titubeaba ante la pregunta: ¿te ama Jesús?

Si lees el Evangelio de Juan, notarás cuánto enfatiza el amor de Dios por el mundo. Si lees las tres Cartas que escribió, verás que desbordan cuando se trata de resaltar cuán grande es el amor de Cristo y de cuántas formas lo demostró. Y en Apocalipsis, Juan fue el instrumento divino para dar el último mensaje de ánimo, esperanza y victoria al pueblo de Dios; una revelación que proviene sin duda de un Dios que nos ama. No es de extrañar que, con el tiempo, la cristiandad llegara a conocer a Juan como el “discípulo amado”.

Piensa cómo sería tu vida si llegaras a ese punto al que llegó Juan; si, cuando pensaras en ti o tuvieras que decir quién eres, dijeras yo soy “una persona a quien Jesús ama”. Qué diferente sería nuestra vida si, al mirarnos al espejo, viéramos lo que Dios ve. Pero la dura realidad es que los fracasos nos llevan a desilusionarnos y a perder autoestima y esperanza, y en ocasiones, el rechazo de personas que son importantes para nosotros nos lleva a un punto en que, aunque creemos en Dios, nos cuesta creer que nos ama.

Es más fácil escribir “De tal manera amó Dios al mundo” que: “Yo soy el discípulo a quien Jesús ama”. Juan escribió ambas cosas, y esa seguridad acerca del amor de Dios por él le cambió la vida. Lo llevó de ser “el hijo del trueno” a ser “el discípulo amado”. ¡Qué grande y poderoso es el amor de Dios! Así te ama también a ti.

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