“Los harán crecer en el conocimiento”
“Porque estas cualidades, si abundan en ustedes, los harán crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, y evitarán que sean inútiles e improductivos” (2 Pedro 1:8, NVI).
El rabí Pinjas ben Yaír solía decir a sus alumnos: “El trabajo asiduo trae la inocencia, la inocencia la pureza, la pureza la abstinencia, la abstinencia la santidad, la santidad la modestia, la modestia el temor del pecado, el temor del pecado la piedad, la piedad el Espíritu Santo, el Espíritu Santo la resurrección de los muertos”.⁸⁸ Este tipo de “listas éticas” son muy comunes en la literatura grecorromana y judía. Y en el Nuevo Testamento encontramos listas similares en Romanos 5:3 al 5; Santiago 1:3 y 4; Gálatas 5:22 y 23.
Una de las más conocidas es la lista de 2 Pedro 1:5 al 7: “Por esto mismo, poned toda diligencia en añadir a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor”. En este texto, el verbo “añadir” encierra la idea de “nutrir, alimentar, fortalecer la fe con la virtud”.
La palabra que Pedro usó y que ha sido traducida como “virtud” es uno de los vocablos más importantes de la literatura griega: areté. Para muchos griegos, la areté era la virtud superior, la norma cívica más excepcional, el blanco de la educación, el don de los dioses; por eso no resulta nada sencillo verter al español todo lo que encierra esa palabra. En 2 Pedro 1:3, la areté es presentada como un atributo de nuestro poderoso Dios: la excelencia. Y es innegable que Dios lo impregna todo de excelencia. En Génesis 1:31 leemos que todo lo que él lleva a cabo es bueno en gran manera. Cuando Pedro dice que le agreguemos “virtud” a la fe, lo que nos está diciendo es que nuestra fe debe revelarse en una vida que se caracteriza por la excelencia. Elena de White captó el punto al decir: “Lo que es digno de ser hecho, es digno de ser bien hecho” (Mensajes para los jóvenes, p. 138).
La mediocridad no debería formar parte de la lista ética del creyente. Como nuestro Padre, nosotros estamos llamados a poner todo nuestro corazón en lo que sea que estemos haciendo. Poner en práctica la excelencia y las demás virtudes mencionadas por Pedro nos “hará crecer en el conocimiento de nuestro Señor Jesucristo, y evitará que [seamos] inútiles e improductivos” (2 Ped. 1:8, NVI). Que hoy, la fragancia de la excelencia perfume nuestra vida.
88 La Misná: Edición de Carlos del Valle (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1997), Tratado Sotá 9,15, p. 591.