Amemos lo que Dios ama
“Jehová ama la rectitud y no desampara a sus santos” (Salmo 37:28).
Duele mucho sufrir por haber actuado con rectitud. Sin embargo, esto ocurre a menudo. Descorazonados por tener que cosechar consecuencias injustamente, cada vez son más las personas, incluso cristianas, que han caído en la filosofía de que, para tener “éxito” en la vida, no puedes actuar con integridad. Lo que ocurre a continuación es que ya no te parece mal mentir si te conviene, cometer ilegalidades en tus empresas (pues “todo el mundo lo hace”, si quieren llegar a la cima), no ser transparente ni sincero en tus relaciones interpersonales, o negociar con tus principios si te genera “beneficios”. ¿Dónde queda Dios en todo esto? ¿Dónde dejamos el hecho de que Dios ama la rectitud, la integridad, la justicia?
La otra cara de la moneda es que las personas rectas, íntegras, con un sentido elevado de la justicia, son percibidas como tontas, ingenuas o demasiado simples, lo cual constituye también una presión. Tal vez tú, que lees estas palabras, has perdido en alguna ocasión la amistad de alguien, algún novio o novia, un cargo o incluso un empleo porque no quisiste participar de alguna acción injusta. Tal vez aún no puedes entender cómo, por tener moralidad y actuar con apego a ella y a los principios cristianos, dejas de percibir aparentes ganancias, ascensos o privilegios. Y es que, francamente, duele y descorazona. Pero forma parte del caminar cristiano. Jesús mismo sufrió este tipo de dolor, a pesar de ser el único ser realmente justo que ha vivido en esta Tierra.
La persona que ha escogido a Cristo como su modelo puede enfrentar ataques y hasta maltratos por el testimonio de fe que da con su vida. La manera en que un cristiano comprometido brilla no siempre es bien recibida por quien decide vivir en la oscuridad. De esta realidad nos habla el Salmo 37. En sus 40 versículos reconoce esta situación, y nos da consejos para enfrentarla. La recomendación del salmista es: “Confía en Jehová y haz el bien”, porque esto se asocia a la promesa de la vida eterna (vers. 3).
El Salmo 37 nos exhorta a seguir teniendo paciencia y a seguir esperando en Dios, sabiendo que él está al tanto de todo cuanto nos sucede a nosotros, sus hijos, e incluso de los planes que hacen quienes no desean vivir en la luz. Aunque nos resulte tentador pensar que nos iría mejor mintiendo, engañando y dejando la integridad a un lado, lo cierto es que la rectitud paga con la mejor recompensa, porque Dios ama la rectitud.