Matutina para Adultos, Jueves 08 de Abril de 2021

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Edificando Juntos

“Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo, como perito arquitecto, puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. Nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo” (1 Corintios 3:10, 11).

Pablo usa varias figuras para ilustrar el papel y la misión de la iglesia. En este caso, usa la imagen de un edificio, y él se presenta como el constructor, arquitecto y siervo que edifica sobre un fundamento inamovible. 

El Fundamento es Cristo mismo. No se trata de una persona física, sino de su evangelio, su mensaje y sus revelaciones escritas por los profetas y los apóstoles. El arquitecto no fabrica el fundamento. Es Cristo quien define y coloca el fundamento, y nadie puede poner otro, ni mejorarlo.

El apóstol se refiere ahora a los materiales que pueden ser usados en la construcción (1 Cor. 3:12). Están los costosos, permanentes y durables (como el oro, la plata, y las piedras preciosas), y los baratos, viles y perecederos (como madera, el heno y la paja). Con los primeros, edificamos para el cielo; con los últimos, para la Tierra. Con unos, edificamos la casa de Dios; con los otros, la casa de los hombres.

En tanto la construcción está en marcha, puede no percibirse diferencias, pero a la hora de la prueba, unos y otros serán expuestos. Tal como en la parábola de los dos cimientos relatada por Jesús: una casa edificada sobre la roca y la otra sobre la arena se mantenían aparentemente “iguales” hasta que fueron probadas por los vientos tormentosos. 

El fuego probará la obra de unos y otros, y mostrará, por un lado, cristianos maduros, estables, fundamentados en una rica experiencia en Cristo, en la sana doctrina y una vida consecuente. El mismo fuego mostrará, por otro lado, a creyentes inmaduros e inestables, basados en la endeble opinión propia y en la sabiduría humana. El mismo sol que derrite la manteca endurece la arcilla. Dependiendo del material, el mismo fuego refina y purifica a unos; consume y destruye a los otros. 

No fue fácil edificar en los días de Pablo. “Uno tras otro, los primeros edificadores cayeron a manos del enemigo. Esteban fue apedreado; Santiago, muerto por la espada; Pablo, decapitado; Pedro, crucificado; Juan, desterrado. A pesar de ello, la iglesia crecía. Nuevos obreros tomaban el lugar de los que caían, y piedra tras piedra se colocaba en el edificio. Así, lentamente se levantaba el templo de la iglesia de Dios” (Elena de White, Los hechos de los apóstoles, p. 47).

Tampoco es fácil construir hoy, pero vale la pena. Todavía somos un edificio en construcción. Avancemos juntos, usando los materiales adecuados y terminemos de edificar la iglesia del Señor.

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