Matutina para Adultos, Jueves 22 de Abril de 2021

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Una necesidad impuesta

“Si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme, porque me es impuesta necesidad; y ¡ay de mí si no anunciara el evangelio” (1 Corintios 9:16).

Hay vocaciones de vida y misiones imperiosas que marcan para siempre. Pablo puede renunciar a su nombre Saulo, a sus derechos de apóstol, a ser sostenido por la iglesia, a su sangre judía, a su ciudadanía romana, a su preparación en la Universidad de Gamaliel y a comer por varios días. Sin embargo, hay algo a lo que no quiere ni puede renunciar, ni siquiera por un momento: a anunciar el evangelio. Esta es su imperiosa necesidad. Y no tiene por qué gloriarse, ya que no es él quien realza al evangelio; es el evangelio el que realza su vida.

Él había sido llamado para anunciar, no para callar. Permanecer callado era pecado, por negar su llamado y la Comisión. La alegría de los que recibían su mensaje era tan grande como la alegría del mensajero.

Bien decía Martin Luther King: “No me preocupa tanto el grito de los violentos, como el silencio de los buenos”.

En los comienzos de la obra en Chile, las dificultades fueron tremendas. No era fácil ir de lugar en lugar. Los pioneros se consumían por el evangelio. Así, el Pr. Victor Thomann recorría a caballo largas distancias llevando la bendita esperanza. Visitaba a los nuevos creyentes, fortalecía su fe y su compromiso misionero, y llevaba los diezmos y las ofrendas que la generosidad y la fidelidad de los hermanos entregaban para el crecimiento de la iglesia y la misión. Cierta noche fría de 1905, galopaba por bosques de pino, iluminado solo por la luz de la Luna. Iba cantando y alabando a Dios, cuando de pronto notó que era perseguido por alguien, con la clara intención de robarle.

Aceleró su ritmo y tomó un camino paralelo al río, hasta que llegó a un puente de madera. Al otro lado se encontró con una casona iluminada, que pertenecía a dos policías que custodiaban la región. “¿Cómo llegó hasta aquí?”, le preguntaron. “Crucé el puente de madera”, respondió el pastor. “Imposible. Aquí no hay ningún puente”, contestaron los policías. 

Jesús, el Camino, la Verdad y la Vida, construyó un puente en forma de cruz para salvarnos. De este lado del río, una banda de tentaciones y peligros nos seducen y lastiman. Del otro lado del río, una gran mansión llena de luz y vida nos aguarda.

El mismo Dios que hizo salir agua de la roca y que abrió un camino en el mar formó también un puente de madera para salvar la vida del pastor Thomann. Que como él y como Pablo, nosotros también podamos decir que tenemos una impuesta necesidad.

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