“Segura y firme ancla del alma”
“Hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo” (Hebreos 6:18, 19).
Cuando visitas las catacumbas, esos antiguos cementerios cristianos ubicados en distintas partes de Roma, puedes disfrutar de la riqueza iconográfica del cristianismo de los siglos I a III. En las paredes puedes ver el pez, las letras griegas alfa y omega, el monograma con la ji y la ro griegas, entre otros símbolos del cristianismo. Uno de los que se repite con bastante frecuencia es el ancla.
El ancla es una herramienta que sirve para mantener firme una embarcación, de tal modo que no se vaya a la deriva. Los filósofos griegos, que veían la vida como una embarcación en pleno viaje, le dieron un significado metafórico al ancla y, por ejemplo, Pitágoras decía que “las anclas más fuertes son la prudencia, la generosidad y la fortaleza”; Epicteto consideraba que no era conveniente amarrar nuestra vida a una sola ancla o esperanza,²⁴⁶ que era mejor tener varias opciones.
Aunque el ancla era un símbolo muy usado entre griegos y romanos, los cristianos se apropiaron de dicha imagen basándose en este pasaje bíblico: “Para que por dos cosas inmutables, en las cuales es imposible que Dios mienta, tengamos un fortísimo consuelo los que hemos acudido para asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros. La cual tenemos como segura y firme ancla del alma, y que penetra hasta dentro del velo” (Heb. 6:18, 19). En esa sección, Pablo dice a sus lectores que las promesas divinas son inmutables, fieles, que Dios no miente, y que cumplirá todas sus promesas, como lo hizo con Abraham. Mientras esas promesas llegan a ser una realidad plena, nos toca “asirnos de la esperanza puesta delante de nosotros”.
Esa “esperanza” se convierte en una “segura y firme ancla del alma”; es decir, nos ayuda a mantenernos firmes y seguros cuando estamos siendo azotados por las adversidades y tribulaciones. Mientras que las anclas humanas detienen la nave, el ancla de esperanza del cristiano nos eleva hacia arriba, al Santuario donde Jesús está.
Es la única ancla que nos ayuda a avanzar con confianza, la que nos da la certeza de que llegaremos a puerto seguro. El ancla de la esperanza nos mantiene mirando hacia arriba y hacia delante, y nos da el “fortísimo consuelo” que tanto necesitamos.
246 Craig R. Koester, Hebrews: a new translation with introduction and commentary, vol. 36, Anchor Yale Bible (New Haven; Londres: Yale University Press, 2008), p. 329.