“La confianza será grandemente recompensada”
“Así que no pierdan la confianza, porque esta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar” (Hebreos 10:35, 36, NVI).
Regresemos a 1975. Estamos en el Coliseo Araneta, en Manila, Filipinas, junto a 28.000 espectadores que han acudido a ver el tercer y último combate entre Muhammad Alí y Joe Frazier. El mundo entero se ha detenido para ver el esperado duelo. Finalmente suena la campana y comienza la pelea. Tras trece rounds de una encarnizada batalla, ya al borde de la fatiga física, casi arrastrándose por el ring, ambos boxeadores pudieron llegar al decimocuarto asalto. En el minuto de descanso entre el decimocuarto y decimoquinto asaltos, Alí pidió que le cortaran los guantes, no quería seguir combatiendo. Las manos le ardían, sus órganos internos estaban destrozados, no podía siquiera mantenerse en pie. Su entrenador trató de animarlo y le pidió que esperara un poco más. En ese instante, cuando Alí ya estaba decidido a rendirse, el entrenador de Frazier tiró la toalla, y así quedó definido el llamado “combate del siglo”.
Exhortando a creyentes que “sostuvieron una dura lucha y soportaron mucho sufrimiento”, el libro de Hebreos dice: “Así que no pierdan la confianza, porque esta será grandemente recompensada. Ustedes necesitan perseverar para que, después de haber cumplido la voluntad de Dios, reciban lo que él ha prometido” (Heb. 10:32, 35, 36, NVI). Para los que están luchando fuertemente en la vida, rendirse no es una opción. En realidad, lo que necesitas es “perseverar” (en griego hypomoné); es decir, seguir aguantando, mantenerte en pie. Y esa perseverancia indispensable, ese poder de resistir las dificultades y aguantar firmemente los golpes, no nace en ti. Mira lo que dice el salmista: “En Dios solamente reposa mi alma, porque de él viene mi esperanza (hypomoné)” (Sal. 62:5). Tu esperanza, esa perseverancia indispensable para que no retrocedas ni un paso, viene de tu Padre celestial. Muy pronto, todos los que hayamos resistido los duros puñetazos del enemigo con nuestra esperanza puesta en Dios, seremos “grandemente recompensados”.
El año ya ha entrado en su último round; han sido muchas desilusiones las que has vivido, el enemigo te ha atacado con fuerza, y sus infernales golpes te han reventado el alma, piensas que ya no puedes mantenerte en pie, que tu vida se derrumba, y has tomado la decisión de rendirte.
Por favor, resiste unos segundos más, el enemigo no podrá derrotarte, tu victoria está asegurada.
Efectivamente, debemos resistir al enemigo, porque Dios nuestro Señor nos dará la victoria!