Matutina para Adultos | Lunes 16 de junio de 2025 | Pacificadores

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Matutina para Adultos

«Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios» (Mateo 5: 9).

En el Sermón del Monte, Jesús se presenta como el gran apóstol de la no violencia, es decir, de su plan divino para que aprendamos a convivir felices y libres en un mundo en paz: «Ustedes han oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente». Pero yo les digo: No resistas al que te haga algún mal; al contrario, si alguien te pega en la mejilla derecha, ofrécele también la otra. Si alguien te demanda y te quiere quitar la camisa, déjale que se lleve también tu capa. Si te obligan a llevar carga una milla, llévala dos. A cualquiera que te pida algo, dáselo; y no le vuelvas la espalda al que te pida prestado» (Mat. 5: 38-42, DHH).

No te quedes en el mismo plano que tu agresor. Corta el circuito de la violencia, aceptando, en el intento, si es necesario, un sufrimiento colateral. Haz reflexionar al violento.

Jesús vio con claridad que si aplicábamos al pie de la letra lo del «ojo por ojo» pronto acabaríamos todos ciegos.

No hace falta ser tan famoso estratega como Napoleón Bonaparte, ni un prestigioso psiquiatra como Freud, para observar que en el mundo hay dos fuerzas supremas: la de la violencia y la del amor, y que a la larga esta última es más eficaz. Porque no aspira a derrotar sino a unir. Quien tiene que recurrir a la fuerza para imponer sus ideas da a entender que su causa no se puede defender de otra manera. La razón del más fuerte no puede jamás, en última instancia, con la fuerza de la razón.

Aquí reside la belleza y la eficacia del programa de Jesús en favor de la paz. Él está pidiendo algo más que la admirable resistencia del mártir; está pidiendo una fuerza muy superior a la de la venganza. No se trata de poner en fuga, de momento, al enemigo sino de algo mucho más radical y permanente. Se trata de liberarlo de su saña, de su odio, de su ceguera, y de convencerlo de que la injusticia siempre es un error. El plan de Jesús no pretende eliminar al adversario, sino reconciliarlo con él (cf. Mat. 5: 43-48).

La bienaventuranza de Jesús no está destinada exactamente a los pacíficos, es decir, a los que se contentan con desear la paz (que ya es mucho), sino a los pacificadores, es decir, a los que se esfuerzan por conseguir la paz.

Hoy te pido, Señor, que tu amor inspire mi vida y me dé la fuerza que necesito para apoyar las causas de la paz que me conciernen.

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