Matutina para Adultos, Martes 01 de Junio de 2021

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Stigmata de Cristo

“¡Ojalá me toleraseis un poco de locura! Sí, toleradme, porque os celo con celo de Dios, pues os he desposado con un solo esposo, para presentaros como una virgen pura a Cristo” (2 Corintios 11:1, 2).

En 2 Corintios 11, el apóstol Pablo defiende con vehemencia el evangelio de Cristo y se preocupa por la iglesia. ¿Acaso les habrá dado un mal ejemplo? Él piensa que no. A diferencia de los pastores mercenarios, Pablo se comportó con dignidad y con humildad. Mientras tanto, los falsos pastores se vistieron de luz para engañar, tal como lo hace el diablo.

El apóstol describe el altísimo costo pagado para permanecer activo en el cumplimiento de la misión: azotes, viajes incansables, noches mal dormidas, asaltos y fatigas. Pero, de nada de eso Pablo se gloría, pues a pesar de hacer tanto él entiende que es un frágil instrumento de Dios.

Desde su encuentro con Jesús, una pasión reavivó a Pablo. ¿Qué hizo de este hombre un apasionado por la misión?

1-El temor a Cristo. Temer a los hombres es diferente de temer al Señor. Temor es lo que sintió José cuando la mujer del Faraón lo tentó, y es lo que sintió Moisés ante la presencia de Dios. Estar frente al mensaje es estar frente a Dios mismo. Pablo se entregaba, se consumía y se extenuaba por la causa. El no temía delante de los hombres, porque temía delante de Dios. 

2-El amor a Cristo. Este amor no le dejó a Pablo otra elección. Pero no es una imposición.

3-La misión de Cristo. Pablo no tenía una misión, la misión lo tenía a él. Hay un hilo conductor común que recorre toda la Biblia: el plan de salvación por los méritos de Jesús. 

Muchos judíos se consideraban superiores y se llenaban de orgullo por una marca en su cuerpo: la circuncisión. La marca de Pablo no era meramente en una parte del cuerpo, sino en todo el cuerpo, y esa marca llenaba su vida de honra. Él mismo era una marca para Dios y para la misión.

En griego, la “stigmata” era la marca que el dueño de un ganado grababa en sus animales para reconocerlos como propios. Esto otorgaba identidad y pertenencia. Un hierro calentado en el fuego los marcaba para siempre. 

Pablo tenía en su cuerpo la “stigmata de Cristo” para siempre. Todos nosotros tenemos marcas en nuestra vida, pero una, la de Cristo, tiene que estar por encima de todas. Podemos tomar a Pablo como un gran ejemplo de humildad y compromiso total con las personas y con la misión.

Esta “stigmata de Cristo” era la marca de Pablo; ¿cuál es la tuya?

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