Más allá de lo imaginable
“Cosas que ojo no vio ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman” (1 Corintios 2:9).
Marco Polo (1254-1324) fue un mercader y explorador veneciano, que junto con su padre y su tío fueron de los primeros occidentales que viajaron hacia China. Tras su regreso a Venecia, lo apresaron y lo llevaron a Génova. Fue allí, en la prisión, donde dictó las memorias de su viaje fabuloso.
El libro se popularizó como Libro de las maravillas del mundo. Sus amigos pensaron que él se había vuelto loco, por las cosas increíbles que contaba. Decía que había viajado a una ciudad limpia y brillante (se refería a la plata y al oro), que había visto piedras negras que se quemaban (conoció el carbón), que había visto telas que no se consumían en el fuego, (hablaba del asbesto, o amianto). Además, contaba acerca de nueces del tamaño de la cabeza de un hombre (los cocos). Muchos se burlaron de sus cuentos. Años después, cuando Marco Polo estaba muriendo, un religioso junto a su cama lo instó a retractarse de sus mentiras. “No, de ninguna manera”, afirmó. “Todo es verdadero. Es más, ni siquiera dije la mitad”.
De igual manera, Pablo menciona que hay cosas, todas verdaderas, que el inconverso no quiere entender. La sabiduría y el poder de Dios son inimaginables para el corazón pecaminoso. El apóstol cita Isaías 64:4: “Nunca nadie oyó, nunca oídos percibieron ni ojo vio un Dios fuera de ti, que hiciera algo por aquel que en él espera”.
Los ojos físicos son insuficientes para percibir las verdades espirituales, y no pueden ser entendidas solo por el intelecto. Se necesitan ojos espirituales. Transformar a un pecador en salvo, a un culpable en perdonado, a un justificado en santificado, es algo más de lo imaginable.
Allí, el dolor no existirá. Ni cáncer, ni ataque cardíaco, ni artritis, ni fiebre, ni miedo ni ninguna enfermedad. Toda consecuencia del pecado desaparecerá para siempre.
Nuestra implacable búsqueda por esa fuente de la eterna juventud por fin terminará. Disfrutaremos de cuerpos perfectos y energía ilimitada para explorar las maravillas del Universo de Dios; refrescados por el río de vida y alimentados por el árbol de la vida. Vida abundante, exuberante y eterna, más allá de lo imaginable.