Dios: nuestra zona de seguridad
“El que no está conmigo, está contra mí. El que conmigo no junta, desparrama” (Lucas 11:23).
Cuando era niño, solía jugar con mis amigos a un juego llamado “río o rivera”. El juego consistía en lo siguiente: trazábamos una raya en el suelo, y cada lado de la raya recibía un nombre: “río” o “rivera”. Todos nos poníamos de un lado de la raya, y comenzábamos a saltar o a quedarnos tranquilos en nuestros puestos en función del lado de la raya que mencionara la persona encargada de decir el nombre. La única forma de ganar era estando siempre en el lado que dijera quien dirigía el juego. Si estábamos en el lado contrario o quedábamos con un pie de un lado y el otro pie del otro, automáticamente perdíamos.
Ahora, como adulto, me doy cuenta de que muchas personas vivimos jugando a una especie de “río o rivera” espiritual, saltando de un lado a otro o a veces quedándonos en un terreno “neutral”. Sin embargo, en el Gran Conflicto que se desarrolla en este mundo no existe terreno neutral: debemos estar siempre del lado que indica quien dirige nuestra vida.
Dios desea que sus hijos entendamos que debemos estar bien definidos en cuanto a qué lado de la “raya” hemos escogido y a qué poder hemos decidido servir y obedecer. Los lados son dos: 1) el pecado o 2) la justicia. Los poderes son dos: 1) Cristo o 2) Satanás. Según el texto de hoy, no es posible estar en los dos lados al mismo tiempo ni quedarnos fuera de ambos. Dios te dice: “Hijo, si no estás conmigo, estás del otro lado”.
Elena de White escribió: “Todo aquel que rehúsa entregarse a Dios está bajo el dominio de otro poder. No es su propio dueño. Puede hablar de libertad, pero está en la más abyecta esclavitud. No le es dado ver la belleza de la verdad, porque su mente está bajo el dominio de Satanás” (El Deseado de todas las gentes, p. 431). Para que una persona caiga bajo el poder de Satanás no tiene que desearlo ni mucho menos pedirlo, basta con que no acepte a Cristo y automáticamente se posiciona en el otro lado. Esto es, precisamente, lo que Dios quiere evitar que nos pase.
La vida espiritual no debe ser como jugar a “río o rivera”. Nuestra única zona de seguridad es Cristo, por lo que nunca deberíamos ponernos del otro lado. Nunca deberíamos poner siquiera un pie del otro lado. Nuestra garantía está en permanecer firmes del lado del Señor.