Solo Dios da el crecimiento
“Yo planté, Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios” (1 Corintios 3:6).
¡La obra de Dios solo puede hacerla Dios! Parece tan obvio, pero a veces lo obviamos. Aun cuando Dios nos da la oportunidad de realizar ciertos ministerios dentro de su obra, él es quien hace lo que nadie más puede hacer y, por lo tanto, es el único merecedor de toda la gloria.
El retrato que hace Pablo de Dios en 1 Corintios 3:6 promueve, tanto en los individuos como en la iglesia, una pasión por Dios que lo coloca como el centro de nuestra atención, de nuestros afectos y de nuestra gratitud. Aunque veamos a personas realizando las tareas de plantar y regar, nunca debemos olvidar que el crecimiento lo ha dado, lo da y lo seguirá dando única y exclusivamente Dios.
Tanto la persona que planta la buena semilla como la persona que la riega tienen un mismo anhelo: ver la semilla crecer. Si Dios te da la oportunidad de sembrar el evangelio en el terreno de los corazones humanos, no debes olvidar que la buena semilla te fue dada; y si Dios te da la oportunidad de regar el terreno de la fe para que dé frutos, no debes olvidar ni que fue otro quien sembró ni que es Dios quien da el fruto. Por encima de todos está Dios, que hace lo imposible, que produce la vida, que lleva al crecimiento, que obra en todos la transformación. Para sembrar y regar solo hacen falta disposición y esfuerzo humanos, pero para dar crecimiento hace falta el poder divino. Todo lo bueno, lo grande, lo verdaderamente importante en tu vida, viene de Dios, lo ha hecho Dios.
El Señor nos llama a trabajar siempre con él, porque hay aspectos de su obra que no puede dejar a nuestro cargo. Dios no deja que tu vida espiritual dependa del ministerio de otros, por muy dedicados y dotados que hayan sido por Dios para su obra. Tu crecimiento espiritual está en las manos del propio Señor.
La salvación es una obra de Dios de principio a fin. Podemos estar seguros completamente de nuestra salvación en Cristo porque él mismo está encargándose de hacerla realidad. Los seres humanos somos privilegiados al poder ser colaboradores con Dios, y como tales podemos sembrar y regar en la vida de otros lo que Dios nos ha dado; pero el crecimiento tanto de las personas como de la iglesia siempre lo ha dado y lo dará Dios. ¿Quieres crecer? ¿Quieres ver a tu iglesia crecer? ¡Mira a Dios! ¡Ve a Dios!
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