Dios intercede
“Entonces el viñador respondió: Señor, déjala aún este año, hasta que yo cave alrededor y la abone” (Lucas 13:8).
La segunda parte de la parábola de la higuera estéril retrata a Dios como el que intercede por nosotros; y lo retrata a través de un personaje: el viñador.
El viñador representa a Jesús, que intercede ante el señor de la viña para que no sea cortada aún la higuera estéril. Él espera que sus cuidados adicionales ayuden a que el árbol dé fruto. ¡Qué cuadro hermoso de la obra de intercesión que realiza Cristo por nosotros! El viñador celestial intercede a favor de los creyentes para presentarnos limpios y sin mancha ante el Señor de la viña (lee Jud. 1:24, 25).
“Déjala todavía este año, hasta que yo cave alrededor de ella y la abone”. Esta intercesión expresa el interés personalizado, el compromiso y la disposición a ayudar que tiene Cristo. Cuando él intercede, se compromete a trabajar muy de cerca con y en nosotros, para cambiar la situación que está poniéndonos en peligro espiritual. Fíjate en que el viñador no habla de lo que hará la higuera, sino de lo hará él. La higuera solo tiene que responder al trabajo del viñador. Él será quien la cerque y la abone; y esto la fortalecerá, la sanará, la ayudará a dar fruto. Esto nos dice que la obra de la salvación pertenece a Dios de principio a fin. Dios es quien nos planta en su viña; Dios es quien nos cuida; Dios es quien nos protege y nos limpia. Y aun cuando merezcamos ser cortados si no llevamos fruto, él de nuevo intercede y sigue trabajando en nosotros hasta que llevemos fruto.
El viñador cava y abona a través de la obra del Espíritu Santo, la oración, la lectura de las Sagradas Escrituras y los dones espirituales que nos concede. Pero hemos de entender una cosa: el viñador no pide que el juicio sea suprimido. Él sabe que es justo cortar la higuera; lo que solicita es que se extienda el tiempo de gracia antes de que se aplique el juicio. Esta gracia no es para que la higuera sienta que ya no corre peligro de ser cortada, sino para que se concentre en cumplir con el propósito por el cual fue plantada. Cuando ese tiempo de gracia se cumpla, el dueño volverá a ver los resultados, y dará la sentencia que corresponda. El mismo intercesor es claro en sus palabras: “Y si diera fruto, bien. Si no, la cortarás después” (Luc. 13:9).
Aprovechemos la extensión del tiempo de gracia.