Con Dios, la muerte no tiene la última palabra
“Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mí, aunque muera, vivirá” (Juan 11:25).
Si haces una lista de los problemas que más te agobian y la comparas con la muerte, verás al instante que ninguno de ellos es más terrible que esta última. Nada es aparentemente más irremediable que morir. Cualquier otro problema puede tener solución, pero ¿cómo solucionas el problema de la muerte? Tú no puedes, pero Jesús sí puede, y de hecho te dice: “Todo el que todavía está vivo y cree en mí, no morirá jamás” (Juan 11:26, DHH).
Esta afirmación de Jesús, tan asombrosa como la que hizo inmediatamente antes –“Yo soy la resurrección y la vida” (vers. 25)–, no significa que quien cree en Jesús nunca morirá, sino que el original eis ton aiona significa que quien cree en él no “morirá eternamente”. ¡La muerte no tiene la última palabra! La última palabra la tiene Jesús, y él ha vencido a la muerte y nos otorgará la resurrección. Esta es la gran esperanza del cristiano. Para todos los que hemos perdido a algún ser querido, contemplar a Dios como la resurrección y la vida nos trae consuelo y esperanza al corazón. En medio de las lágrimas, el vacío y la desolación que sentimos durante el duelo, no hay nada más reconfortante que oír a Jesús diciéndonos estas palabras.
“El don gratuito de Dios es la vida eterna en Cristo Jesús Señor nuestro”, dice Romanos 6:23. Y yo te pregunto hoy lo mismo que Jesús le preguntó a María en Juan 11: “¿Crees esto?” (vers. 26). Si lo crees, puedes vivir confiado aun ante el dolor de la muerte. Porque lo más que puede hacer el enemigo es matar el cuerpo, y sabemos gracias a la promesa de Jesús que seremos resucitados a la vida eterna. Es teniendo esto en cuenta que Pablo pudo afirmar: “Para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia” (Fil. 1:21).
Esta es la esperanza que no tiene el mundo. El no creyente no entiende cómo podemos nosotros tener esperanza en medio del dolor que produce la muerte. ¡La respuesta es Cristo! Qué maravilloso es tener a un Dios como Jesús que, en esos momentos en que los no creyentes se desesperan, se deprimen y se hunden porque no saben lidiar con el vacío de la muerte, él nos da verdadera esperanza y nos invita a determinar la diferencia con nuestra visión de la vida basada en las Escrituras. Realmente Jesús lo es todo para nosotros.