“Puestos los ojos en Jesús”
“Corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Hebreos 12:1, 2).
Tony Campolo, el famoso orador y escritor que trabajó como asesor espiritual de Bill Clinton, narra un relato que escuchó de los labios de Fred Craddock, un destacado predicador estadounidense. Cuenta Fred que un día tuvo una entrevista imaginaria con un galgo, un perro de carreras, que su tío había adoptado.
–Perro, ¿por qué no corres? ¿Ya estás viejo?
–No –contestó el perro–, todavía me siento con fuerzas para correr muchas carreras.
–Ah, seguro que ya no corres porque sabes que no ganarías ninguna carrera.
–No –dijo el animal–, todavía puedo ganar porque soy más veloz que la mayoría de los perros. De hecho, cuando me retiré era el más veloz de todos.
–Bueno –dijo Fred–, quizá tu dueño no ganaba dinero en tus carreras.
–Estás equivocado, él ganaba mucho dinero gracias a mí.
Finalmente, Fred le preguntó:
–Entonces ¿por qué te retiraste?
–Porque un día me di cuenta de que el conejo que perseguía no era de verdad.
¿Será que nosotros vamos corriendo tras los señuelos engañosos y fugaces que nos presenta el pecado? Acán siguió un señuelo falso cuando se quedó con el oro que Dios había mandado destruir, porque pensó que se haría rico. Judas siguió un señuelo falso cuando entregó a Cristo, creyendo que con ello obtendría un mejor futuro. David siguió un señuelo falso cuando, deslumbrado por la belleza de Betsabé, cayó en adulterio. Nos equivocamos al dedicar nuestros mejores recursos y talentos a la búsqueda irracional de cosas que son pasajeras. El profeta nos pregunta: “¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no satisface? Escúchenme bien, y comerán lo que es bueno, y se deleitarán con manjares deliciosos” (Isa. 55:2, NVI). Quizá ahora podamos suponer que ese “pan” sí es comida, pero recordemos que “sabroso le es al hombre el pan de mentira, pero después se le llena la boca de cascajo” (Prov. 20:17). Por eso Hebreos nos habla de los “deleites temporales del pecado” (Heb. 11:25).
En lugar de andar corriendo tras una ilusión falsa, mejor “corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” (Heb. 12:1, 2). Si fijamos nuestra mirada en Cristo, ningún señuelo nos distraerá.