Matutina para Adultos | Viernes 29 de Diciembre de 2023 | “Él dijo, y fue hecho”

“Él dijo, y fue hecho”

“Por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos; y todo el ejército de ellos, por el aliento de su boca […]. Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Salmo 33:6, 9).

Es probable que a lo largo de este año hayas pensado más de una vez: “El pastor Polanco dijo que veríamos una promesa cada día, pero en este pasaje no veo ninguna”. Déjame explicarte. Tú y yo hemos creído que una promesa es algo que vamos a recibir en el futuro; sin embargo, el planteamiento bíblico es distinto. En las Escrituras, cada palabra que sale de la boca de Dios constituye en sí misma una preciosa promesa. Déjame explicártelo.

Pablo, con todo el pragmatismo que lo caracteriza, dice que Dios “llama las cosas que no son como si fueran” (Rom. 4:17). Por eso cuando Abram tenía noventa y nueve años, Dios se le apareció y le dijo: “No te llamarás más Abram, sino que tu nombre será Abraham, porque te he puesto por padre de muchedumbre de gentes” (Gén. 17:5). ¿Sobre qué base el Señor decidió llamar padre de muchos hijos a un hombre que no tenía hijos? Sobre la base de su palabra, esa palabra que tiene el poder de hacer que exista lo que no existe.

El Salmo 33 también nos ayuda a entender lo que estamos diciendo. Dice el salmista que “por la palabra de Jehová fueron hechos los cielos; y todo el ejército de ellos, por el aliento de su boca […]. Porque él dijo, y fue hecho; él mandó, y existió” (Sal. 33:6, 9). No había luz, pero Dios dijo: “ ‘Sea la luz’. Y fue la luz” (Gén. 1:3). Lo que no es, llega a ser realidad cuando el Señor abre su boca y lo dice. Entonces, cuando, por ejemplo, Dios dice: “Ustedes deben ser santos porque yo soy santo” (Lev. 11:45, DHH), ese mandado constituye la promesa de que seremos santos porque él lo ha dicho. De acuerdo con Elena de White, cuando Jesús pide: “ ‘Sean perfectos, así como su Padre celestial es perfecto’ (Mat. 5:48), este mandato es una promesa” (Reflejemos a Jesús, p. 285). Es decir que cada mandato que encontremos en la Biblia es, en realidad, una promesa.

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