Recogiendo plumas
«No andes con chismes entre tu gente. No tomes parte en el asesinato de tu prójimo. Yo soy el Señor. No abrigues en tu corazón odio contra tu hermano. Reprende a tu prójimo cuando debas reprenderlo. No te hagas cómplice de su pecado» (Levítico 19: 16, 17).
En cierta ciudad de Europa vivía una mujer que se dedicaba a difundir chismes entre los lugareños. Un día San Francisco de Asís, con el deseo de corregirla, le dio una lección muy original. La chismosa fue a hablar con él y le dijo que tenía la mala costumbre de contar chismes y cosas indebidas de otras personas. Ahora se había arrepentido y deseaba hacer todo lo posible para deshacer el mal que había causado.
San Francisco le dijo que fuera a buscar una gallina, la desplumara en el camino y se la llevara lista para echarla a la olla. Así lo hizo la chismosa arrepentida.
—Ahora —dijo San Francisco—, vuelve por el camino y recoge cada una de las plumas que has arrojado al viento.
La mujer le dijo que esta sería una tarea imposible.
—Así es, hija mía —dijo Francisco de Asís—. Tampoco puedes deshacer el daño que han causado tus palabras, ni siquiera mediante el más profundo y sincero arrepentimiento. Todo lo que puedes hacer ahora es abstenerte de decir nada que pueda perjudicar a tu prójimo.
El chisme es la noticia verdadera o falsa con que se pretende desacreditar a alguien, enemistar a una persona con otra o simplemente murmurar. El chisme es casi lo mismo que la crítica, puesto que criticar es hacer un juicio desfavorable de alguien o algo, decir las faltas y defectos. Cuando ese juicio desfavorable se difunde entre otras personas, se convierte en chisme. A nadie le gusta que lo critiquen, especialmente si la crítica viene de las personas más cercanas de quienes esperamos amor y respeto.
Jesús dijo «que en el día del juicio todos tendrán que dar cuenta de cualquier palabra inútil que hayan pronunciado» (Mateo 12: 36). Puesto que tendremos que rendir cuentas, ¿no sería bueno someter nuestras palabras a la voluntad de Dios?
Pide hoy a Dios que te ayude a ser prudente con tus palabras y a perdonar a aquellos que te han dañado con las suyas.