Matutina para Jóvenes, Domingo 08 de Agosto de 2021

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El naufragio del Santa María de Luján

“Deseo que, apoyado en ellas, pelees la buena batalla y mantengas la fe y una buena conciencia. Por no hacerle caso a su conciencia, algunos han naufragado en la fe” (1 Tim. 1:18, 19, NVI).

Cada verano íbamos a la casa de mis abuelos, que vivían en una ciudad balnearia muy turística. En una de las playas, que se llenaba de surfistas y gente que iba a ver el amanecer y el atardecer, las olas tapaban y descubrían, una y otra vez, los restos de un barco que había naufragado.

Se trataba de un navío argentino que había quedado varado en la costa el 21 de julio de 1965.

Siempre me resultó difícil comprender cómo ese barco estaba tan cerca de la orilla. Mucha gente se lo cuestionó también y un historiador contó cómo había sido todo.

Esa madrugada de niebla espesa, el buque Santa María de Luján, que había zarpado de Porto Alegre para llegar a Buenos Aires, desvió su rumbo y encalló a 150 metros de la orilla de la playa El Emir, parte de la conocida Playa Brava de Punta del Este, Uruguay.

El barco traía pino desde Brasil y, aunque se hicieron intentos de reparar el barco encallado, no pudieron rescatarlo. Cuando lo liberaron del peso de su cargamento, intentaron nuevamente rescatarlo, pero se inclinó pronunciadamente a estribor y no pudieron hacer nada más. Todo se inundó. El mal tiempo hizo lo suyo en desmedro de la resistencia, y la fisura se hizo aún más pronunciada. Los troncos salieron en todas direcciones y no se los pudo recuperar, y el casco del barco quedó como estatua que se incorporó de forma permanente al paisaje de ese lugar.

Se dice que mucha gente construyó sus casas con los restos de los tablones del barco que flotaron en la costa.

Se dice que el barco muerto alimentó a todo Uruguay con madera y sigue vivo en la arquitectura de esa zona.

A pesar de los dos faros, el barco encalló.

A nuestro alrededor hay más de una luz que nos puede iluminar en las tormentas. Sin embargo, a veces, por causa de una densa niebla, podemos encallar a solo metros de nuestro destino.

¿Acaso quieres que se alimenten de tu derrota y pases a la historia como alguien que estuvo a punto de llegar?

Dios quiere que lleguemos salvos a destino, a nuestro hogar celestial.

Pidámosle que nos ilumine y dé fuerzas suficientes para la tormenta que nos toque enfrentar hoy.

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