La puerta sin cerradura
«Mira, yo estoy llamando a la puerta; si alguien oye mi voz y abre la puerta, entraré en su casa y cenaremos juntos» (Apocalipsis 3: 20).
¿Has visto alguna vez el famoso cuadro de Holman Hunt que representa a Jesús llamando a la puerta? Es una obra de arte que se inspira en un nuestro versículo de hoy. En el cuadro, Jesús lleva una linterna y toca una puerta que está cubierta de maleza y sin cerradura. El señor Hunt decidió no incluirla porque creía que la puerta del corazón solo puede abrirse desde adentro, y solo la persona misma puede hacerlo. Jesús no entra en tu corazón por la fuerza; solo lo hace si lo invitas.
El cuadro muestra claramente que la puerta está cerrada. Esta era la condición de la iglesia de Laodicea en aquel tiempo, y también es la condición de la iglesia en los últimos días. Los miembros de Laodicea no eran ni fríos ni calientes, sino tibios, una condición que Dios no puede tolerar. Laodicea carecía de agua propia, y dependía de sistemas de acueductos para obtener agua potable. A medida que el agua se transportaba desde fuentes distantes, perdía su frescura y se volvía tibia y desagradable para beber.
De manera similar, al igual que el agua tibia y desagradable para beber, algunos creyentes no están comprometidos con Jesús, pero tampoco son completamente indiferentes. Su falta de fervor y compromiso los sitúa en una posición peligrosa, ya que Dios desea una entrega total y una relación íntima con sus seguidores.
¿Acaso es posible que tú o yo nos encontremos entre aquellos que necesitan la amonestación de Jesús? Si así fuera, hay esperanza. Jesús está llamando a la puerta de tu corazón en este momento, esperando a que lo invites a entrar. Él anhela cenar contigo, compartir una relación íntima y restaurar la frescura y la pasión en tu vida espiritual. No permitas que la tibieza y la indiferencia te dominen.
Jesús dijo: «Yo soy la puerta: el que por mí entre, se salvará» (Juan 10: 9). No dejes que el mundo y sus distracciones te alejen de la comunión con Dios. Abre la puerta de tu corazón a Jesús hoy mismo y descubre la transformación que ocurre cuando invitas a Jesús a cenar contigo.