Cómo ser amable y no morir en el intento
No devolváis mal por mal, ni maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo. 1 Pedro 3:9.
Uno de los mayores retos a los que se ve sometida una persona de bien es al de la reacción emotiva. Lo que normalmente hacemos, porque así lo hemos aprendido desde nuestra infancia, es responder positivamente ante lo positivo y negativamente ante lo negativo. Pero esa no es la reacción apropiada de un cristiano. Si sigues a Cristo, tienes claro que su propuesta es, sea cual sea la acción, responder siempre con el bien. Es difícil, sí, y te propongo siete ideas para desarrollar esa destreza:
1. Practica palabras amables. Puedes comenzar por casa, con los tuyos. Usa expresiones como “¿Tú que opinas?” o “Estoy muy contento con lo que has hecho”, o “Te agradezco tu actitud”. Incluye siempre un “Por favor” o un “Muchas gracias”.
2. Consuela a los afligidos. Las palabras de apoyo y consuelo no necesitan ser ni muchas ni complicadas. Necesitan ser sinceras y afectivas. Siente con el que sufre y las palabras surgirán. Aprovecha la oportunidad para recordar la esperanza que tenemos.
3. Intenta decir cosas positivas sin halagar. Es muy fácil saber cuándo estás halagando, porque dices algo que no sientes y suena a falso. Practica el arte de ver lo mejor de los demás y, de forma natural, terminarás comentándolo.
4. Acompaña tus palabras con una sonrisa (evita las muecas). La mejor manera de envolver una frase es con cariño, y ponle como lazo una sonrisa genuina. Como dice un proverbio anónimo: “Usa tu sonrisa para cambiar el mundo y no dejes que el mundo cambie tu sonrisa”.
5. La humildad es una plataforma perfecta para reaccionar adecuadamente. No la confundas con la sumisión, no es cuestión de aguantarlo todo sino de superarlo todo. Las disputas tienen mucho que ver con el yo, no dejes que el tuyo se hinche.
6. Aprende a escuchar. A veces lo que alguien dice no es lo que dice, hay mucho detrás de una frase hiriente. Intenta entender qué razones llevan a alguien a decir lo que dice y procede de acuerdo con ese contexto. A veces, una mala palabra es el resultado de una frustración, y es mejor resolver lo que origina el problema que el ataque recibido.
7. Solo eres débil, pero con Cristo te vuelves muy poderoso. Ponte en manos de Jesús siempre, pero aun más cuando vivas una experiencia de agresión verbal. Una breve oración, apenas una palabra, y el Espíritu te dará la sabiduría necesaria para reaccionar de forma adecuada.
Una palabra más, gracias por dedicarme tu tiempo. Dios te bendiga.