La Fuente de la vida
«Porque en ti está la fuente de la vida y en tu luz podemos ver la luz» (Salmo 36: 9).
Un pobre hombre, que había pasado toda su vida en una región árida y nunca había visto un río, salió a recorrer el mundo. En sus viajes llegó a un río en cuya ribera había un molino. Entró y quedó admirado al ver las ruedas, los ejes, poleas y correas, todo en movimiento; y pensó: «Las ruedas pequeñas hacen girar el eje, el cual a su vez hace girar la rueda grande que está en el agua, y de este modo el río fluye».
De pronto un tronco que venía flotando dio contra la rueda hidráulica y la detuvo, lo cual a su vez paró toda la maquinaria del molino. El hombre tomó entonces una correa y empezó a moverla. Las ruedas siguieron girando y las aguas fluyendo. Era un trabajo agotador y el hombre se cansó mucho tirando de la correa. Pero antes de quedar totalmente exhausto, llegaron algunos amigos que lo habían seguido. El hombre les explicó la situación y todos se dedicaron voluntariamente a la tarea de mantener las ruedas en movimiento para evitar que el río se detuviera.
¿No crees que a veces nos parecemos a aquellos hombres, que pensaron que sin su intervención y esfuerzo las aguas se detendrían? A veces dedicamos todo nuestro tiempo y dedicación a lograr muchas metas en la vida y emprender nuevos proyectos, tratamos de mantener en movimiento la maquinaria de la vida. Y en nuestros esfuerzos incluso llegamos a pensar que podemos hacerlo solos, pero el pasaje bíblico de hoy nos recuerda que la Fuente de la vida es Jesús. Él es nuestra fortaleza y el Dador y Sustentador de la vida.
¿Te gustaría echar tus cargas sobre él, mientras conduce las aguas del río de tu vida? Si pones hoy tu vida en las manos del Todopoderoso, él llevará tus cargas y tú podrás descansar. Conocer a Dios es tenerlo todo, como dijo Jesús: «La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste» (Juan 17: 3).