Matutina para Jóvenes | Lunes 01 de Enero de 2024 | El abrepuertas del garaje

El abrepuertas del garaje

Y me ha dicho: Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad

(2 Corintios 12:9).

Toqué el interruptor de la luz. Nada. El huracán Sandy no había destruido nuestro pueblo, pero el fuerte viento había cruzado por el vecindario echando por tierra los cableados y repartiendo ramas de árboles por doquier. En la oscuridad, intenté elegir ropa que combinara; y luego de vestirme me dirigí al garaje donde esperaba mi camioneta, a salvo. Desafortunadamente, cuando toqué el abrepuertas del garaje, recordé otra vez que no había electricidad. Estaba atrapada. Bajé de la camioneta y comencé a tirar y empujar la puerta del garaje, sin éxito. Tiré de todas las palancas y manijas, pero nada cedía. Finalmente, luego de pensar bastante (y de llamar por teléfono a mi papá), me trepé a la caja de la camioneta y comencé a presionar y a tirar de los cables que colgaban cerca del techo. Tiré de uno de los cables, levanté la puerta del garaje y logré escapar a la ventosa mañana.

En un día normal, jamás me esforzaría tanto. El abrepuertas de mi garaje tiene un botón que elimina la necesidad de empujar, tirar, jalar y levantar; todo con un simple toque. Los abrepuertas de garaje no requieren que hagamos un gran esfuerzo, y abren las puertas rápido y sin dolor. Pocas personas le darían un vistazo a un abrepuertas y luego elegirían elevar las enormes puertas solos.

Demasiado a menudo, intentamos controlar nuestra vida del modo más complicado. Pensamos que tenemos que hacer todo el trabajo duro nosotros, para escapar del pecado. Nos prometemos que dejaremos de chusmear, que nos ofreceremos de voluntarios en un comedor comunitario, que dejaremos de criticar a nuestros padres… Pero Dios no quiere que hagamos esto solos. Proveyó una solución más fácil. Él dice: “Bástate mi gracia; porque mi poder se perfecciona en la debilidad” (2 Cor. 12:9). La gracia de Dios nos garantiza la salvación del pecado, a pesar de nuestra incapacidad de rescatarnos a nosotros mismos. ¿Por qué, entonces, rechazamos el ofrecimiento e intentamos librarnos solos? Esa idea tiene menos sentido común que alguien se trepe al techo de su vehículo para tirar de los cables y luchar con un portón cuando tienen un abrepuertas eléctrico que funciona bien.

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