La belleza del crepúsculo
«El Señor afirma: “Ustedes son mis testigos, mis siervos, que yo elegí para que me conozcan y confíen en mí y entiendan quién soy. Antes de mí no ha existido ningún dios, ni habrá ninguno después de mí”» (Isaías 43: 10).
El famoso escultor Taft poseía una casa de veraneo en Nueva Inglaterra, Estados Unidos. Una tarde, mientras un grupo de amigos lo visitaba, los invitó a contemplar el esplendor del crepúsculo. Les señaló la infinita variedad de colores que pintaban el horizonte, y su capacidad para apreciar la belleza les permitió ver algo que nunca habían experimentado. En ese preciso instante, la empleada doméstica lo interrumpió para comunicarle:
—Señor Taft, ¿puedo correr un momento a casa?
—¿Y para qué quieres ir? —preguntó el escultor.
—Deseo que mi madre vea el crepúsculo.
—Pero muchacha —respondió el renombrado artista—, tu madre ha vivido aquí durante muchos años. Ha contemplado innumerables crepúsculos.
—Oh, no —contestó ella con firmeza—. Nunca apreciamos los crepúsculos hasta que usted llegó.
Muchos pasan por alto las verdades espirituales, incapaces de apreciar la belleza radiante del Sol de Justicia hasta que alguien las revele. Para ellos, la Biblia sigue siendo un libro difícil de comprender. Por eso, es nuestro deber como creyentes actuar como testigos de Jesús. Debemos compartir con otros las grandes verdades espirituales que ellos no pueden ver por sí mismos. Imagina la emoción que experimentaremos al llegar al cielo y escuchar a alguien decir: «No conocí al Señor Jesús hasta que tú me hablaste de él».
Elena G. de White escribió: «La iglesia es el medio señalado por Dios para la salvación de los hombres. Ha sido organizada para servir, y su misión es la de anunciar el evangelio al mundo» (Los hechos de los apóstoles, p. 9). Tenemos el privilegio y la responsabilidad de ser testigos de Dios en este mundo. No debemos avergonzarnos del evangelio, sino proclamarlo con valentía y amor. Dios nos ha dado dones y talentos para servirle a él y a los demás. Debemos usarlos para su gloria.
Y tú, ¿estás dispuesto a ser su testigo? ¿Estás dispuesto a vivir para él? Toma hoy la decisión de ser un medio de salvación para otros.