Matutina para Jóvenes, Lunes 19 de Julio de 2021

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¿No los he de castigar?

“¿No los he de castigar por estas cosas?, dice Jehová. De tal nación, ¿no se vengará mi alma?” (Jer. 9:9).

El reino estaba amenazado por la ruina completa. Los pocos buenos que quedaban debían ser alentados; los muchos malos, reprendidos e inducidos a obedecer.

Jeremías fue el que más se esforzó por recordarle al pueblo cuál era la ley de Dios, la importancia de guardar el sábado y de volverse a los buenos caminos antiguos.

El Señor le dio la orden de que hablase a todo el pueblo desde el templo, sin omitir palabra de la que Jehová le dictaba. Todos tenían que recibir la oportunidad de oírlo y apartarse del mal.

Dios no tiene voluntad de castigar. “Retiene sus juicios para suplicar al impenitente. El que ejerce ‘misericordia, juicio y justicia en la tierra’, siente profundos anhelos por sus hijos errantes; y de toda manera posible procura enseñarles el camino de la vida eterna” (Profetas y reyes, p. 304). Su pueblo errante pudo escuchar sobre su buena voluntad para postergar el castigo y sobre una nueva oportunidad para arrepentirse. Les dijo que los ritos y las ceremonias no alcanzaban para expiar el pecado. Solo “la reforma del corazón y de las prácticas en la vida podía salvarlos del resultado inevitable de la continua transgresión” (ibíd).

Puede ser que estemos muy familiarizados con una imagen de un Dios que “al que ama, castiga” o de grandes destrucciones y cautiverios. Pero tengamos mucho cuidado. No desestimemos la buena voluntad de Dios para no castigar. Muchísimas de las calamidades que cayeron sobre el pueblo y que caen sobre nosotros como aparentes “castigos”, son en realidad resultado de nuestras propias decisiones, consecuencia directa y obligatoria de nuestras propias acciones.

“Nadie rehúse ser reprendido por su mal proceder, ni acuse a los siervos de Dios de ser demasiado celosos al querer limpiar de malas acciones el campamento. Un Dios que aborrece el pecado invita a los que aseveran guardar su ley a que se aparten de toda iniquidad. La negligencia en cuanto a arrepentirse y rendir obediencia voluntaria acarreará hoy a hombres y mujeres consecuencias tan graves como las que sufrió el antiguo Israel (ibíd, pp. 306, 307).

Dios nos está llamando con más poder del que lo hizo Jeremías aquella vez. Estemos atentos a su reprensión de amor. Pidamos la dirección del Espíritu santo hoy y preguntémonos por qué cosas podríamos ser castigados. Mejor dicho, preguntémonos de qué cosas podríamos ser librados.

Hay un mensaje especial para ti:  Matutina para Jóvenes | Sábado 13 de Abril de 2024 | Tres náufragos
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