
«Pero yo, el Señor, juro por mi vida que no quiero la muerte del malvado, sino que cambie de conducta y viva.
Israel, deja esa mala vida que llevas. ¿Por qué habrás de morir?» (Eze. 33:11)
El portal de noticias ABC News reportó que en septiembre de 2022, Estados Unidos realizó su trasplante de órganos número un millón. Esto marcó un hito para este procedimiento médico que ha salvado miles de vidas. El primer trasplante de órgano se realizó en 1954, en Boston, cuando un equipo dirigido por el doctor Joseph Murray trasplantó un riñón de Ronald Herrick a su hermano gemelo, Richard. No obstante, no se realizaron muchos trasplantes durante los primeros treinta años desde que se realizó el procedimiento, pues la medicina no había descubierto cómo lidiar con el rechazo inmunológico del cuerpo al órgano nuevo.
Pero a principios de la década de 1980, con el avance de los medicamentos antirrechazo, los trasplantes experimentaron un auge y solo en 2021 se realizaron más de 41.000 trasplantes. Lamentablemente, solo en Estados Unidos unas cinco mil personas mueren cada año mientras esperan recibir un trasplante.
Resulta notable que más de dos mil quinientos años antes de que se realizara el primer trasplante, la Biblia se refiera al cambio que Dios desea efectuar en nosotros en términos muy similares a los de un trasplante de corazón. El Señor promete quitarnos «ese corazón duro como la piedra» y darnos «un corazón dócil» (Eze.
36:26). Curiosamente, a renglón seguido el profeta Ezequiel señala que Dios pondrá en nosotros su «espíritu» para que cumplamos sus mandamientos. De allí que el corazón que Dios desea poner en nosotros es ¡su propio corazón! Dios desea reproducir su carácter en nosotros, un verdadero trasplante.
Tristemente, a nivel espiritual, son muchos los que mueren cada día, no por insuficiencia de «corazones», ni por algún error en el proceso, sino porque se rehúsan a aceptar el nuevo corazón que Dios les ofrece. Prefieren vivir con un corazón petrificado por el pecado soslayando que tal forma de vida inevitablemente conduce a la muerte (ver Rom. 6:23). En el versículo de hoy, el Señor expresa su deseo de que todos sus
hijos alcancen la vida. Esa promesa te incluye a ti y me incluye a mí. Tenemos a nuestra disposición al Médico divino que desea donarnos su propio corazón. Con semejante oferta sobre la mesa, ¿por qué habremos de morir?

