La recompensa de la generosidad
«Den a otros, y Dios les dará a ustedes. […] Con la misma medida con que ustedes den a otros, Dios les devolverá a ustedes» (Lucas 6: 38).
En la ciudad de Filadelfia, Estados Unidos, hace muchos años existía un modesto hotel de tercera clase. En una fría noche de invierno, un caballero y su esposa llegaron exhaustos, desesperados por encontrar alojamiento. Habían recorrido todos los hoteles en vano, sin hallar ninguna habitación disponible.
Al acercarse al mostrador, el caballero educadamente solicitó una habitación. El empleado, con tono apenado, respondió: «Lamentablemente, no disponemos de ninguna habitación disponible, a excepción de la mía. Trabajo durante la noche y descanso durante el día. Aunque no es tan lujosa como las demás, se encuentra limpia y en orden. Con mucho gusto se las cederé para esta noche».
A la mañana siguiente, los esposos viajeros disfrutaban de un desayuno en el comedor del hotel. El esposo mandó a buscar al empleado y cuando este llegó le dijo: «Usted es un administrador hotelero excepcional, demasiado talentoso para seguir trabajando en un hotel de tercera clase como este. ¿Le gustaría ser el gerente general en mi lujoso hotel de Nueva York?». El empleado, sorprendido por la oferta, se tomó un momento para recuperarse y, con gratitud, respondió que estaría encantado de aceptar tan generoso ofrecimiento. En ese momento el caballero se presentó y reveló su identidad: «Soy John Jacob Astor».
El caballero era el dueño de uno de los hoteles más prestigiosos de Estados Unidos. Poco después, emprendió la construcción del legendario hotel Waldorf Astoria, preferido por los miembros de la realeza, artistas y distinguidos dignatarios de gobiernos extranjeros. El amable empleado, que compartió su habitación, se convirtió en un reconocido gerente hotelero.
La generosidad y la bondad tienen un poderoso impacto. La Biblia nos enseña a dar con alegría (ver 2 Corintios 9: 7). Compartir no solo bendice a otros, sino que abre las puertas para recibir las bendiciones divinas en nuestra vida. Sin embargo, no se trata de dar para recibir, sino de dar por amor, confiando en que Dios suplirá todas nuestras necesidades según sus riquezas en gloria (ver Filipenses 4: 19).
Practica la generosidad en tu vida diaria y verás cómo Dios te recompensará con creces y te llena de gozo. Jesús dijo: «Hay más dicha en dar que en recibir» (Hechos 20: 35).