Matutina para Jóvenes, Martes 09 de Marzo de 2021

El poder de un rayo

“Sus relámpagos alumbraron el mundo; la tierra vio y se estremeció” (Sal. 97:4).

Carl Boberg, de la costa sudeste de Suecia, tenía 25 años cuando escribió la letra del himno “Señor, mi Dios” después de una caminata en medio de una tormenta eléctrica, al salir de una reunión de su iglesia, en 1886. Carl escribió un poema sin saber que se convertiría en himno. Pero, más tarde escuchó que a su poema le habían puesto la música de una conocida melodía sueca.

Más de cuarenta años después, un misionero inglés, Stuart Hine, y su esposa escucharon esta canción por primera vez en Rusia, en una traducción rusa del himno original.

Mientras Stuart ministraba en los montes Cárpatos, una noche se desató una amenazante tormenta. Un relámpago cruzó el cielo a lo largo de toda la montaña y fue tan grande, que a Hine le hizo recordar el hermoso himno ruso que hablaba acerca de la grandeza de Dios manifestada en la naturaleza. A partir de lo que conocía de la letra en ruso, comenzaron a venir a su mente posibles estrofas en inglés, y de allí surgió el himno tal como lo conocemos hoy.

“Y al oírte en retumbantes truenos, y al contemplar el sol en su esplendor, te amo y proclamo por tu gran poder; ¡cuán grande eres, oh Jehová!”

Las fulguritas nacen cuando hay una descarga de los rayos en el suelo, o cuando la electricidad se transmite a una piedra. Los minerales se convierten en vidrio y se enfrían rápidamente. Las fulguritas pueden surgir de la arena, de la roca o de la arcilla y, curiosamente, adoptan la forma del rayo. Pueden ser de diferentes colores, según la composición de la arena.

Este fenómeno es poco frecuente, pero de él podemos sacar una gran lección.

Muchas veces es en medio de las tormentas más amenazantes que se demuestra nuestra esencia. Sin importar las diferencias de composición, podemos reflejar la forma de nuestro Creador. Pero solo podremos hacerlo cuando con su grandeza toque nuestra vida.

Así como Carl, y así como Stuart, podemos permitirle al Dios de gran poder a quien le cantamos que produzca un fenómeno sobrenatural en nuestra existencia y que no solo lo alabemos nosotros sino también motivemos a otros a adorarlo.

Este himno se convirtió en uno de los favoritos del cristianismo. Hoy puedes cantarlo, convertirlo en tu oración personal y recordarlo la próxima vez que pases por una tormenta.

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