Subtítulos
¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque diezmáis la menta, el anís y el comino, y dejáis lo más importante de la Ley: la justicia, la misericordia y la fe. Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello. Mateo 23:23.
Este es uno de los textos que más me gustan de Elena de White, porque coloca a la Ley en el espacio adecuado: “La ley es simplemente una transcripción del carácter de Dios. Contemplen en su Padre celestial una manifestación perfecta de los principios que constituyen el fundamento de su gobierno” (El discurso maestro de Jesucristo, p. 73).
Hacer el bien no es un método que nos lleva a la salvación. Hacer el bien es el resultado de una relación con Dios. La Ley no es un conjunto de normas a tachar de un listado, es la envoltura de la Gracia. El interior está repleto de anhelo de un mundo justo, de mucho afecto a los demás y de confianza total en Dios.
Pienso que, siguiendo la comparación de Elena de White, la Ley son los subtítulos de la más bella película de este mundo. Me gusta ver videos en versión original, y reconozco que no podría percibir la profundidad de un buen documental japonés sin los subtítulos. Mucho menos la grandeza de Dios. Veo una puesta de sol y sé que allí pone, como subtítulo: “En seis días hizo Jehová los cielos, la tierra, el mar y todas las cosas que en ellos hay”. Siento la preocupación y el cuidado de mis padres y leo “Honra a tu padre y a tu madre”. Recuerdo los relatos del Evangelio y entiendo “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Y cuando el día acaba, haciendo reflexión de lo que me ha sucedido, solo puedo subtitularlo como “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente”. El carácter de Dios se contempla por doquier, y en todo lugar puedo ratificar que su perfección reside en que es bueno.
No sé si podemos ser perfectos en el sentido legal, pero sí que podemos ser buenos en otros sentidos. Podemos ayudar a que este mundo sea algo más justo. Podemos asegurarnos de que nuestras sonrisas y empatía coloreen hasta los días más grises. Podemos compartir nuestra confianza más profunda con aquellos que no la tienen.
Me gustaría que mis subtítulos fuesen mejores que mis títulos (académicos o laborales), que mi vida se comprendiese por mis experiencias, que fuera como Cristo cada día. Creo que también puede ser tu anhelo. ¿Oramos por ello?