Matutina para Jóvenes | Jueves 29 de febrero de 2024 | Un general ambicioso

Un general ambicioso

«Le harán guerra al Cordero pero el cordero los vencerá, porque es Señor de señores y Rey de reyes, y lo que están con él son sus llamados, sus escogidos y sus fieles». (Apocalipsis 17: 14, NVI)

Napoleón Bonaparte fue un general excepcional y ambicioso. El 2 de diciembre de 1804 se celebró en la catedral de Notre Dame de París el acto solemne de la coronación del nuevo emperador, Napoleón. Para demostrar que tenía la autoridad absoluta, el nuevo monarca tomó la corona de las manos del papa y se coronó a sí mismo; luego colocó la corona imperial en la cabeza de su esposa, la emperatriz. Lo normal y acostumbrado en esas ocasiones era que el papa pusiera la corona en la cabeza del noble.

Resulta interesante ver las reproducciones de un cuadro célebre de la época, donde aparece el nuevo gobernante ataviado con el ropaje imperial. Le rodea las sienes una corona de laureles, en todo semejante a las coronas empleadas por los emperadores romanos durante la celebración de sus triunfos en tiempos antiguos. En la mano derecha sostiene el cetro rematado en su extremo superior por un águila, semejante a los que llevaban las legiones romanas en sus conquistas. Su regia vestidura de piel de armiño, terciopelo y seda, primorosamente bordada con oro y piedras preciosas, es una copia fiel de la vestimenta de los emperadores romanos.

Napoleón fue un conquistador. Él mismo dijo «Yo quería el imperio del mundo, y para lograrlo me era necesario un poder ilimitado». Logró conquistar la mayor parte de Europa, pero finalmente fue derrotado en 1815 en la batalla de Waterloo por el general inglés Arturo Wellington.

¿Qué consiguió Napoleón a costa del sufrimiento y la muerte de tantas personas? Solamente uns pocos años de dominio sobre la mayor parte de Europa. Finalmente fue llevado prisionero a la isla de Santa Elena. Así terminó la vida del hombre que había ambicionado conquistar el mundo.

Jesús es el auténtico Emperador universal, que «estáblecerá un reino que jamás será destruido ni dominado por ninguna otra nación, sino que acabará por completo con todos los demás reinos, y durará para siempre» (Daniel 2:44). Él es el verdadero «Señor de señores y Rey de reyes».

¿Te gustaría hoy confiarle la victoria de tu vida? Si así lo haces, serás parte de «sus llamados, sus escogidos y sus fieles».

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