
Cuando eres débil, eres fuerte
“Cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12:10, NVI)
Las palabras del versículo de hoy nunca cruzaron por la mente de aquel joven. Su anhelo siempre había sido dedicarse al judo, pero ahora parecía inalcanzable. Un accidente automovilístico le había arrebatado el brazo izquierdo y toda posibilidad de practicar judo parecía haberse desvanecido. A pesar de ello, el joven optó por no rendirse y encontró a un anciano dispuesto a aceptar el desafío de entrenarlo. Después de aprender lo esencial, el maestro le impartió su primera técnica. En cuanto la dominó, sintió el deseo de adquirir más habilidades, pero el maestro le dijo: “No, continúa perfeccionando esa”.
Al cabo de algunos meses, se llevó a cabo un torneo y el maestro inscribió al joven. Para sorpresa de los espectadores, el joven subió al cuadrilátero y, con la única técnica que dominaba, logró derribar a su primer oponente. En la siguiente ronda, también obtuvo la victoria con facilidad, y poco a poco fue venciendo a todos sus oponentes hasta que ganó el torneo ¡usando siempre la misma técnica!
De regreso a casa el niño, sorprendido, le preguntó al maestro: “¿Cómo es posible que haya ganado si me falta un brazo?”. El maestro le contestó: “En primer lugar, porque practicaste la técnica hasta dominarla. Y, en segundo lugar, porque la única forma de esquivar el movimiento que te enseñé ¡es que tu oponente te sujete por el brazo izquierdo!”.
En tu caso, ¿cuál es tu mayor debilidad? ¿Alguna vez has pensado que ella podría constituir tu mayor fortaleza? En el libro de Jueces se encuentra la historia de Aod. La característica distintiva de este juez es que era “zurdo” (Juec. 3:15), lo que le permitió entrar al palacio del Eglón portando una espada sin ser detectado y así matar al rey opresor (ver Juec. 3:16-21). A simple vista, el relato luce bastante normal, hasta que consideramos que la palabra hebrea para zurdo, itter, significa “impedido de la mano derecha”, posiblemente como resultado de un accidente o enfermedad (George Foot Moore, A Critical and Exegetical Commentary on Judges [Scribner, 1910), p. 93.). Cuando nos colocamos en las manos de Dios, lo que a los ojos del mundo es un impedimento se convierte en nuestra mayor fortaleza.
Hoy te invito a colocar tu vida en las manos del Señor, con todo y tus debilidades. Así podrás decir como Pablo: “cuando soy débil, entonces soy fuerte” (2 Cor. 12:10).