Matutina para Jóvenes | Miércoles 23 de Abril de 2025 | Lenguas vivas

Matutina para Jóvenes | Miércoles 23 de Abril de 2025 | Lenguas vivas

Lenguas vivas

“El que tiene cuidado de lo que dice, nunca se mete en aprietos.” (Prov. 21:23)

La lengua es un órgano fascinante. Es el músculo más fuerte del cuerpo y participa en dos de las funciones más importantes del cuerpo humano: la alimentación y la comunicación.

En el reino animal, se observa un fenómeno sorprendente relacionado con las lenguas de algunos peces. Te presento a la Cymothoa exigua, un parásito que se adhiere a las lenguas de ciertos peces y corta sus vasos sanguíneos. En poco tiempo, la lengua del pez se necrosa debido a la falta de sangre y se desprende. Luego, la Cymothoa exigua se ancla al músculo que solía sostener la lengua y se convierte en la “nueva lengua” del pez, alimentándose de sus mucosas o su sangre hasta que el pez fallece. Lo más notable es que el pez puede utilizar al parásito como si fuera una lengua normal, sin sufrir daños significativos. La Cymothoa exigua es el único parásito conocido que sustituye exitosamente un órgano de su hospedador.

Aunque la Cymothoa exigua no representa una amenaza para tu lengua, no estás fuera de peligro. Hay otros “parásitos” que se pueden adherir a tu lengua y cuyos efectos son mucho más perjudiciales: la mentira en todas sus formas, las palabras hipócritas, las expresiones de odio y desprecio hacia el prójimo y las declaraciones que dañan a nuestros semejantes de diversas maneras. Con razón, el Sabio dijo que “La lengua puede traer vida o muerte” (Prov. 18:21, NTV); y Santiago agrega que “es una parte muy pequeña del cuerpo, pero es capaz de grandes cosas. ¡Qué bosque tan grande puede quemarse por causa de un pequeño fuego!” (Sant. 3:5).

Los científicos aún no han descubierto cómo los peces pueden protegerse de la Cymothoa exigua. Sin embargo, en el caso de los seres humanos, la Palabra de Dios afirma que sí podemos controlar nuestra lengua (ver Sant. 1:26). Podemos seguir el ejemplo de Job, quien declara: “Mis labios no pronunciarán maldad alguna, ni mi lengua proferirá mentiras” (Job 27:4, NVI). Además, podemos pedir al Señor que nos conceda “una lengua instruida, para sostener con mi palabra al fatigado” (Isa. 50:4, NVI).

Deja una respuesta