La foto en la arena
“Amados, ahora somos hijos de Dios, y aún no se ha manifestado lo que hemos de ser; pero sabemos que cuando él se manifieste, seremos semejantes a él, porque le veremos tal como él es” (1 Juan 3:2).
Un atardecer en la playa, un hombre se acercó a la orilla y comenzó a pescar. Su hijo, que no tenía más de cinco años, conversaba animadamente con él y le pedía por favor que le prestara la caña de pescar.
El padre entraba un poco al agua, revisaba la línea y volvía a lanzar el anzuelo. El hijo lo seguía en todo lo que hacía.
El padre se paraba con las piernas un poco abiertas y el hijo también, siempre suplicándole que le diera la caña a él.
Finalmente, el padre se la entregó y el niño, imitando a su papá, se paró. Mientras sostenía la caña con mucha parsimonia, así como había visto hacerlo a su papá, miraba el horizonte.
En ese momento, el hombre se agachó detrás de su hijo y le tomó una foto.
Cada atardecer es diferente, pero ¡qué lindo sería que cada día terminase igual: con nuestro Papá “sacando una foto” de nosotros que refleje cuánto nos parecemos a él y cuánto vamos avanzando en ese proceso!
Nuestro Padre celestial sabe lo que necesitamos (Mat. 6:32), nos dio vida y tiene un plan para nosotros desde que creó el mundo (Efe. 1:4) y podemos estar seguros de que va a cumplir su propósito en nosotros (Sal. 138:8), terminar la obra que comenzó (Fil. 1:6), dejar grabadas nuestras acciones (Apoc. 20:12) y amarnos con un amor tan grande que hoy podamos ser llamados sus hijos (1 Juan 3:1).
Muchos nos quedamos mirando esa imagen entre tierna y risueña. Así también, la relación que tienes con Dios puede atraer muchas más miradas de las que te imaginas.
Hoy tienes todo el día para seguir sus pasos e imitarlo; y ojalá el atardecer te encuentre un poco más parecido a Papá.