La oración de Luis
De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad. Porque no sabemos orar como es debido, pero el Espíritu mismo ruega a Dios por nosotros, con gemidos que no pueden expresarse con palabras. Romanos 8: 26
Un joven llamado Luis asistía a todos los cultos de la iglesia. Al llegar siempre se arrodillaba un momentito y luego seguía su camino corriendo. Un día el pastor le preguntó: «Luis, ¿qué dices cuando te arrodillas?» . Un poco avergonzado contestó: «Vea, pastor, yo no sé orar, por eso solo digo: «Jesús, yo soy Luis»» .
Un día Luis no apareció como de costumbre y tampoco al día siguiente. Pasaron tres días. El pastor se preguntó: «¿Dónde estará?» . Al cuarto día, como Luis no fue a la iglesia, el pastor salió a buscarlo. Recorrió las estrechas calles preguntando por él, hasta que finalmente lo encontró.
Estaba en cama, gravemente enfermo. Sus labios se movían, pero no se escuchaba ningún sonido. El pastor se inclinó y puso su oído junto a sus labios para percibir las palabras: «Jesús, yo soy Luis. Jesús, yo soy Luis» . Con estas palabras en los labios, Luis murió. Cuando el pastor se retiró, iba pensando: «Las próximas palabras que Luis oirá serán: «Luis, yo soy Jesús»» .
El Señor conoce nuestros corazones y acepta cada oración sincera. ¿No es maravilloso saber que Dios nos comprende? No siempre sabemos expresar lo que hay en nuestro corazón, pero el Espíritu Santo toma nuestras oraciones y las presenta perfectas a Dios en nuestro lugar, y Dios responde con su bendición.
Aunque Jesús criticó las largas oraciones de los maestros de la ley (Marcos 12: 39), siempre respondió cada oración que salió de un corazón sincero. Ante la breve petición de Pedro: «Señor, sálvame» , extendió su brazo para socorrerlo. Por tanto, no necesitamos adular a Dios ni utilizar un lenguaje sofisticado para que nos escuche. Del mismo modo en que hablaríamos con un amigo, podemos hacerlo con Dios.
C. S. Lewis afirmó: «La oración más importante y la que debe preceder a toda otra oración es esta: «Señor, que al orar el que hable sea el verdadero yo, y que sea al verdadero tú al que yo le hable»» . Y tú, ¿hablas con Dios regularmente? Pídele que te ayuda a siempre estar conectado con él.