Salvado en un transbordador
«Sobre esta piedra voy a construir mi iglesia; y ni siquiera el poder de la muerte podrá vencerla» (Mateo 16: 18).
Hace muchos años, el inmigrante húngaro Joseph Pulitzer trató de encontrar trabajo en Nuevo York, pero los excombatientes de la Guerra Civil habían saturado el mercado laboral. Alguien le sugirió que fuera a San Luis. Joseph emprendió el viaje a pie, casi sin dinero en el bolsillo.
Llegó a su destino en medio de una tormenta de nieve. Cansado, hambriento y sin un céntimo en el bolsillo, se acercó a la entrada del transbordador (un buque que transporta pasajeros y carga de una costa hasta la otra).
Entonces escuchó a los balseros que se gritaban en alemán.
Al oír un idioma familiar para él, se llenó de entusiasmo y valor. Se acercó a la entrada y gritó:
—¡Oigan! ¡Por favor! ¿No tienen algún trabajo para mí? ¿Necesitan ayuda en el transbordador? Debo cruzar, pero no tengo dinero.
—¿Qué quieres, chiquillo? —Uno de los hombres se acercó y lo miró por las rejas.
—No tengo dinero para un boleto y si me quedo aquí moriré de frío. ¿No tienen algún trabajo que pueda hacer? Estaría dispuesto a realizar cualquier tipo de trabajo.
—Necesitamos alguien que le eche carbón al horno que mantiene la caldera en marcha. Tenemos que hacer otros dos viajes.
—Lo haré —dijo Joseph. Tengo que llegar al otro lado.
Joseph Pulitzer llegó mucho más lejos. Con el tiempo fue el propietario de un diario importante de Nueva York. Su recuerdo permanece a través de los Premios Pulitzer, que se otorgan en abril de cada año por logros en el periodismo, la literatura y la composición musical en Estados Unidos.
Tú y yo estábamos como Joseph, parados en medio del frío, sin medios humanos para cruzar el río que conduce a las mansiones celestiales, pero Jesús nos recibió en su barca: la iglesia. Tal vez la iglesia no te parezca un lugar acogedor y a veces te sientas como si echaras carbón al horno que mantiene la caldera en marcha. De todos modos, ese es el mejor lugar en el que puedas estar. Afuera morirías, pero aquí estás a salvo.
¿Has agradecido alguna vez por el privilegio de pertenecer al pueblo de Dios? Hoy es un buen día para agradecer a Dios por ser parte de su iglesia.