Gigantesco
Mas Jehová está conmigo como un poderoso gigante; por tanto, los que me persiguen tropezarán y no prevalecerán; serán avergonzados en gran manera, porque no prosperarán; tendrán perpetua confusión, que jamás será olvidada. Jeremías 20:11.
Hay muchas leyendas acerca de gigantes. Una de las más conocidas intenta explicar las 40.000 columnas de piedra que se encuentran en el nordeste de Irlanda y a las que se llama precisamente la “Calzada de los Gigantes”. Cuenta la leyenda que había dos gigantes, uno en Irlanda y el otro en Escocia. Lo cierto es que no tenían una buena relación, y constantemente se tiraban piedras. Tantas rocas lanzaron, que se podía cruzar de una isla a otra por el camino creado. En esas, el gigante escocés, que era mucho más fuerte que el irlandés, decidió atacar a su adversario. La esposa del gigante irlandés, temiendo lo peor, disfrazó a su marido de bebé. Al verlo, el gigante escocés pensó que si el niño era así, cómo sería el tamaño de su padre. Y huyó hacia Escocia intentando hundir la calzada. Curioso, pero leyenda.
En los relatos hebreos, los hijos de Anac eran una raza de gigantes que vivía en Canaán. Cuando los espías enviados por Moisés volvieron de su investigación, reconocieron que ante esos guerreros se sentían como diminutos saltamontes. Goliat tenía casi tres metros de altura y su coraza pesaba cincuenta kilos. Cuando desafió a los soldados hebreos, todos se acobardaron y temieron por sus vidas. En una batalla en Gat, un descendiente de los gigantes no solo era de gran altura sino que tenía seis dedos en cada extremidad. De nuevo, el temor se hizo patente. Eran grandes, pero perdieron frente a los que confiaron en Dios. Los hebreos conquistaron la tierra de Canaán, Goliat murió ante David, y el gigantón de 24 dedos cayó ante el sobrino de David porque el Señor es más poderoso que ningún gigante.
Jeremías fue un profeta que lo pasó realmente mal. No sé si la mayoría de nosotros hubiéramos resistido lo que él soportó. ¿Dónde residía el secreto de su resistencia? Muy fácil, se ponía bajo la protección del Gigante más poderoso: Jehová. Nadie se iguala a su tamaño y, mucho menos, a su capacidad de resolver problemas. Nosotros también tenemos nuestras tribulaciones, situaciones que nos parecen insolubles. Y posiblemente sea así. Pero a nuestro lado está el mejor de los paladines.
Cuando nuestros adversarios se levanten y vociferen contra nosotros, cuando nos atemorice el tamaño de sus amenazas, ponte del lado del Señor y vencerás.