Matutina para Jóvenes | Sábado 08 de Julio de 2023 | Primero en casa

Primero en casa

Entonces Abram dijo a Lot: No haya ahora altercado entre nosotros dos ni entre mis pastores y los tuyos, porque somos hermanos. Génesis 13:8.

Para ir a las misiones solo tienes que desayunar con tu familia. Para ser un buen evangelista solo tienes que hablar de Jesús en tu casa. Para ser un predicador de masas solo tienes que contar una historia a tus hijos, nietos o hermanos antes de dormir. Para ser un gran teólogo solo tienes que responder a las dudas cotidianas de los tuyos. Y es que todo comienza en el hogar.

Estudios sobre la religión demuestran la enorme importancia que tiene la familia en la moralidad y la espiritualidad. Aunque vivamos en un lugar donde no haya una escuela cristiana que aporte los valores en los que creemos, aunque la iglesia a la que asistamos sea complicada, si se vive la religión en la familia, la verdadera comprensión de Dios se nos impregnará. Tales estudios muestran que hay dos factores importantes. Primero, que los padres compartan su experiencia con Jesús. El niño o el joven no necesita solo normas, precisa entender cómo es una relación íntima con lo espiritual. Si anhelamos una religión interiorizada, nuestra familia debe conocer y compartir ese interior. He visto a muchos jóvenes abandonar sus creencias, sobre todo en el período universitario, porque habían vivido una religión bien estructurada, pero solo de formas. Cambiaron de estructura, cambiaron de formas, y perdieron los referentes. Y vi a jóvenes luchar por su identidad porque habían interiorizado su vida espiritual, porque en casa se sentían así. Segundo, un sentido familiar de servicio. El servicio comienza en casa, ayudando en las tareas domésticas; pero no se queda ahí, debe extenderse a los demás. “Ayudar” debiera ser uno de los objetivos esenciales de la familia porque tiene las condiciones necesarias para realizar un buen trabajo de equipo: vínculos afectivos, orígenes comunes e ideario compartido. La familia que ayuda crece en fe.

Me gusta la frase de Abram a Lot: “Porque somos hermanos”. En el arreglo de las desavenencias, cuando los argumentos no son conciliables, es importante recordar que somos familia. No siempre coincidiremos con los miembros de nuestra familia, es lo esperable, pero son nuestra familia y los queremos. Personalmente, con ellos aprendí lo que significa que Dios sea mi Padre y Jesús mi Hermano mayor. Con ellos comprendí que no hay que ir tan lejos para ser misionero.

Anhela lo mejor para tu familia, y está ahí para ayudarlos en lo que sea necesario. Haz de ella tu primera misión, haz de tu hogar un anticipo de la Nueva Tierra.

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