Matutina para Menores | Lunes 01 de Mayo de 2023 | Las enramadas

Las enramadas

“Di a los israelitas lo siguiente: El día quince del mismo mes séptimo, y durante siete días, se celebrará la fiesta de las Enramadas en honor del Señor” (Levítico 23:34).

Esta es la última gran celebración. Después que Israel conquistara Canaán y viviera en cómodas casas, iban a celebrar un campamento de una semana. ¿Para qué? Para recordar que habían sido peregrinos cuarenta años. Así las siguientes generaciones recordarían cómo Dios guio y sostuvo a sus antepasados en el desierto (vers. 43). Esta celebración era todo alegría, ya que cinco días antes se habían reconciliado con Dios, en el Día de la Expiación. Además, la celebración coincidía con la cosecha (vers. 39). Era una fiesta de gratitud. La gente fabricaba enramadas de pino, recuerdo de fragancia; de palmera, símbolo de victoria; de olivo, símbolo de fertilidad; de mirto, señal de modestia; de sauce, recuerdo de lágrimas.

En esta fiesta el pueblo recordaba que Dios vivió entre ellos cuarenta años. Hoy nosotros somos peregrinos, y Jesús nos sostiene y guía. Él vivió en este mundo. Juan lo expresa así: “Entonces la Palabra se hizo hombre y vino a vivir entre nosotros. Estaba lleno de amor inagotable y fidelidad. Y hemos visto su gloria, la gloria del único Hijo del Padre” (1:14, NTV). El último día de la fiesta el sacerdote vertía agua como recordatorio del agua que brotó de la roca. Además se colocaban lámparas alrededor del templo, que indicaban que Israel había sido llamado a ser luz de las naciones.

Jesús es el cumplimiento de estos símbolos. Durante su ministerio asistió a esta fiesta y afirmó con voz fuerte: “Si alguien tiene sed, venga a mí, y el que cree en mí, que beba” (Juan 7:37). Y también: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, tendrá la luz que le da vida, y nunca andará en la oscuridad” (Juan 8:12).

Vivir en enramadas durante una semana les recordaba su paso por el desierto. Hoy, no importa cuán bien vivamos en una casa amplia y cómoda, es como una enramada en el desierto en comparación con las mansiones celestiales.

Hoy somos peregrinos; todavía no llegamos al hogar eterno, pero estamos muy cerca. “Dios nos tiene preparada en el cielo una casa eterna, que no ha sido hecha por manos humanas” (2 Cor. 5:1).

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