Sobrevivir al desierto sin morir en el intento
«Cuando Jacob despertó de su sueño, pensó: “En verdad el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía”» (Génesis 28: 16).
Después de habérseles descompuesto el automóvil en el que viajaban, dos hombres y un niño quedaron desamparados en un desierto californiano. Sin agua y bajo el ardiente sol de agosto que llegaba a casi 50 °C, intentaron llegar a la ciudad más cercana caminando, pero el calor los mató. La partida de rescate encontró sus cuerpos quemados por el sol. La ironía de esta tragedia es que a menos de dos kilómetros del auto existía un manantial en un oasis formado por sauces. ¿Por qué no buscaron refugio en ese lugar hasta que llegara la ayuda? La respuesta es sencilla: «No sabían de la existencia de ese lugar».
¿Cuántas tragedias podrían haberse evitado si se hubieran sabio ciertas cosas? Refiriéndose a Jerusalén, Jesús declaró: «¡Ah, si por lo menos hoy pudieras saber lo que te puede traer paz! Pero […] te destruirán por completo, a ti y a tus hijos dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra, por cuanto no te diste cuenta del momento en que Dios vino a visitarte» (Lucas 19: 42-44, RVC).
Jacob se hallaba solo y reflexivo. Había iniciado el viaje hacia la casa de su tío Labán. Al caer la noche, usó una piedra como almohada y se tendió a dormir. Pero entonces sucedió lo inesperado. A través de un sueño de una escalera que conectaba la tierra con el cielo, y por donde subían y bajaban ángeles, Dios le aseguró que lo acompañaba y bendeciría su camino. Esa revelación divina lo hizo exclamar: «En verdad el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía».
¿No nos sucede muchas veces lo mismo? Nos sentimos desamparados en el desierto de este mundo, alejados de Dios y sin esperanza de llegar por nosotros mismos a la ciudad celestial. Pero Cristo está cerca de nosotros, es un Oasis que nos ofrece la salvación. Al reconocer su presencia y transitar por «el camino, la verdad y la vida» (Juan 14: 6) tendremos salvación. Como dijo Jesús: «La vida eterna consiste en que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien tú enviaste» (Juan 17: 3).
¿Qué puedes hacer hoy para reconocer la presencia y el cuidado de Dios en tu vida?