Un presente bien presente
Tendrás confianza, porque hay esperanza; mirarás alrededor y dormirás seguro. Job 11:18.
La sociedad en la que vivimos ha perdido el pasado y se aterroriza con el futuro (porque no es nada halagüeño). Vive en el presente. Un presente, además, cada vez más corto. Expresiones como “ir al grano” nos muestran que nadie tiene mucho tiempo que perder. Como la mayoría de las personas no poseen una perspectiva de futuro más allá de la vida, se dedican a “vivir el momento”. Y el momento, lo inmediato, ha pasado a ser su medida de tiempo. El objetivo de todo momento, además, está vinculado con el placer: el placer de ir de compras, el placer sexual, el placer de una comida exquisita, el placer de un videojuego, el placer del último thriller, etcétera. Si Hamlet se escribiera en nuestros días, diría: “Me gusta o no me gusta, esa es la cuestión” (¿merezco un like?).
Nosotros, sin embargo, gracias a la Biblia, tenemos pasado y futuro. Al leerla comprendemos que Dios marcó el inicio de nuestra existencia creando un hábitat perfecto para el ser humano. Ya sabemos que las cosas no salieron como Dios las había planificado pero, aun así, nos preparó un plan de salvación que se concretó en el momento, por ahora, más relevante de la historia: la primera venida de su Hijo. ¡Qué fantástico! También verificamos en su Palabra que hay una promesa que se ha empeñado en cumplir: desea volver a crear este mundo, y cuenta con nosotros. Ese concepto nos aporta horizonte, tenemos opciones de una vida más allá de esta. Por eso, no estamos obsesionados con el placer sino con el vivir. Anhelamos, en Cristo, vivir plenamente. Vivir con alegría aunque tengamos tristezas, porque tenemos esperanza. No saben lo relevante que puede ser esto, porque cambia existencias.
Nosotros, como cristianos, sabemos cómo acaba la historia de este mundo y tenemos nuestra velocidad. Antes de que se inventara el movimiento slow life nosotros ya hablábamos de vivir en el campo, de dedicar tiempo a la familia, de tener nuestra huertecilla, de encontrarnos con Dios cada siete días (algunos incluso se animan a madrugar cuarenta días). Nuestra única prisa se produce cuando tenemos que ayudar a otros porque deseamos hacerlo pronto y bien. Tenemos bien en claro en qué presente estamos y actuamos.
Ahora, para los cristianos, es la oportunidad de hacer de este mundo algo mejor. La Nueva Tierra empieza aquí, cuando decidimos que cada uno de nuestros momentos se vivan en Cristo. A su llamada, respondemos: ¡Presente!