Sábado 16 de Abril de 2022 | Matutina para Jóvenes | «Se convirtió en un santo»

«Se convirtió en un santo»

«Sí pues, queridos hermanos, estas son las promesas que tenemos. Por eso debemos mantenernos limpios de todo lo que pueda mancharnos, tanto en el cuerpo como en el espíritu; y en el temor de Dios procuremos alcanzar una completa santidad». 2 Corintios 7: 1

La vida cristiana no es más que la respuesta humana a lo que Dios ha hecho en nuestra vida. La santificación, como ya hemos visto, es un proceso que dura toda la vida. Por la obra del Espíritu nos vamos amoldando al modelo que nos dejó el Señor Jesucristo cada día mas. Por su gracia, hemos de cultivar en nuestro corazón el deseo de llegar a ser santos.

En una oportunidad, escuché decir a unos campesinos que, apartándose de la carretera principal y adentrándose en la selva unas cinco horas caminando, encontraría un asentamiento indígena poblado por personas muy espirituales que le rendían culto al Dios de los cielos. La curiosidad me impulsó a buscarlos. Así que emprendí el viaje con uno de los miembros de confianza de la iglesia. Después de un largo camino y de cruzar el río más de cincuenta veces, llegamos. Había un santuario construido en el lugar. Fuimos bien recibidos por los aldeanos, que nos hospedaron y nos invitaron a comer con ellos.

Allí pude verificar la razón por la que se habían retirado a ese lugar tan apartado. El líder principal había sido un hombre que, después de pagar una larga condena en la cárcel, había intentado muchas veces, sin éxito, ser un cristiano. Entonces, se retiró a aquel lugar con los suyos. Armado de una Biblia y con una vida de oración, fue creciendo y creciendo en obediencia. Con mucha disciplina aprendió a cultivar la tierra y así enseñó a los niños y a todos los que estaban con él. Todo el grupo observaba el sábado.

Aunque el líder ya no estaba, pues había fallecido, su recuerdo seguía intacto en la comunidad y de igual manera su influencia, sus enseñanzas y su maravilloso espíritu de servicio.

Aquellas personas nunca olvidaron cómo un presidiario llegó a transformarse en un hombre de bien, consagrado a su familia y dispuesto a hacer lo que fuera necesario por la comunidad.

—Se volvió un santo —decían ellos.

Al visitar el santuario donde adoraban, me llenó de asombro ver que toda la disciplina de la población dependía de tres libros: la Biblia, El Deseado de todas las gentes y un Himnario adventista.

—Él nos enseñó que teníamos que llegar a ser como el personaje de esos dos libros —me comentó uno de los aldeanos.

Hoy el mensaje de @Dios para ti es: «¿Quieres convertirte en un santo? Vive una vida dedicada a mí y yo me encargaré de tu crecimiento».

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