Matutina para Mujeres, Viernes 25 de Junio de 2021

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La vinculación matrimonial

“Busquemos la manera de ayudarnos unos a otros a tener más amor y a hacer el bien” (Heb. 10:24).

La fragilidad matrimonial es una constante en la sociedad ac­tual; existe aún la disponibilidad de muchos a contraer matrimonio, no así la determinación de permanecer casados. Es lamentable que un hombre y una mujer que se casan porque se aman, vean cómo este amor se vuelve frágil y se va extinguiendo, como si no existiera la posibilidad de mantenerlo fresco y gratificante a través de los años. ¡Claro que existe esa po­sibilidad! Pero para ir a buscarla, hay que querer antes, por convicción y por principios, mantenerse al lado de aquel a quien prometimos amar y honrar hasta que la muerte nos separe.

El factor determinante, en muchos casos, para la disolución del contrato matrimonial es la pobre o nula vinculación afectiva que ha ido quedando con el paso de los años. Es tarea y responsabilidad de ambos cónyuges en los diferentes estadios de la vida en pareja intentar mantener viva esa vincula­ción por medio de la buena comunicación. 

Para que el vínculo afectivo se construya de una manera sólida hacen falta, además de por supuesto el amor, también la paciencia y la tolerancia con la personalidad y las necesidades del otro. Parafraseando lo que dice Hebreos 10:24, los cónyuges deben preocuparse por el otro y provocarse al amor y a las buenas obras. 

Traducido a acciones concretas, todo esto que venimos diciendo se puede resumir en los siguientes consejos: 

  • Presta atención a tu cónyuge en todas circunstancias.
  • Prodígale caricias físicas y emocionales constantemente.
  • Disfruta de la compañía de tu cónyuge. 
  • Manifiesta con palabras y hechos admiración y respeto hacia él.
  • En tu trato cotidiano, recuérdale que es creación de Dios. 
  • Acepta los sentimientos del otro y trata de descubrir qué los subyace. Expresa gratitud por lo recibido del otro.

Tengamos presente que “el amor es una planta de crecimiento celestial, y tiene que ser cultivado y alimentado. Los corazones afectuosos y las palabras veraces y bondadosas harán felices a las familias y ejercerán una influencia elevadora sobre todos los que lleguen a estar en su esfera de influencia” (El hogar cristiano, p. 39).

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