Ejercicio
Y no solo esto, sino que también nos gloriamos en las tribulaciones, sabiendo que la tribulación produce paciencia; y la paciencia, prueba; y la prueba, esperanza. Romanos 5:3, 4.
Mi hermano es corredor de largas distancias. Para realizar una carrera de manera eficiente, debe seguir de forma estricta algunas rutinas. Primero, movimientos para calentar. Después, correr a cierta velocidad ciertas distancias, y finalmente, estiramientos. De tanto en tanto, se somete a algunos “retos” que optimizan su rendimiento. Recuerdo una época en la que llevaba ciertos pesos en los tobillos para incrementar los músculos de sus piernas. Esas dificultades lo mejoraban como corredor.
¿Cómo puede Pablo decir que nos gloriamos en las tribulaciones? Pues depende de cómo nos tomemos los problemas. Si los problemas son solo problemas, tenemos un problema. La preocupación por la adversidad nos inhibirá y la enfrentaremos con dificultad. Si los problemas se convierten en “retos”, tenemos una oportunidad. En primer lugar, de aferrarnos a Dios y de probar cuán inmenso es su poder. En segundo lugar, de probarnos a nosotros y desarrollar una actitud paciente y dependiente de lo divino. Los tiempos de Dios no son los nuestros y, por esa razón, hemos de esperar que proceda en el mejor momento. Esa paciencia termina por concretarse en evidencias. Dios participa de nuestra vida y hemos de aprender a verle. Quizá no contemplemos lo que esperábamos, pero no hay duda de que lo veremos actuar. Esas evidencias personales nos muestran con claridad que hay esperanza, que llegará el día en que se resuelvan todos los problemas. Como ves, ¡se trata de una oportunidad de enfrentar las dificultades!
Con relación a este asunto, Elena de White escribe dándonos ánimo: “Dios trae a los suyos cerca de sí mediante pruebas difíciles, mostrándoles su propia debilidad e incapacidad, y enseñándoles a confiar en él como su única ayuda y salvaguardia. Así logra su objeto. Así quedan preparados para ser empleados en toda emergencia, para desempeñar importantes puestos de confianza, y para lograr los grandes propósitos para los cuales les fueron dadas sus facultades. Dios pone a los hombres a prueba; los prueba a la derecha y a la izquierda, y así son educados, preparados y disciplinados. Jesús, nuestro Redentor, representante y cabeza del hombre, soportó este proceso de prueba. Él sufrió más de lo que podemos ser llamados nosotros a sufrir. Él llevó nuestras enfermedades y fue tentado en todo como nosotros. No lo sufrió por su propia culpa, sino por causa de nuestros pecados; y ahora, fiando en los méritos de nuestro Vencedor, podemos llegar a ser vencedores en su nombre” (Testimonios selectos, t. 3, p. 252).
La nuestra es una carrera de larga distancia, ejercítate con Jesús.