¿Ejemplos?
Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta e imitad su fe. Hebreos 13:7.
Les voy a contar un secreto. Hay algo que me molesta mucho de la filosofía que impregna nuestra sociedad actual: la carencia de ejemplos positivos. Como diría Raúl Kerbs, pensador y filósofo: “En la base de la ética posmoderna hay una crisis de autoridad. Esta crisis involucra las instituciones tradicionales (familia, escuela, iglesia, estado, justicia, policía) por medio de las cuales la modernidad trató de organizar una sociedad racional y progresista”. Esa crisis de autoridad se ha encargado progresivamente de ir eliminando la posibilidad de mencionar a alguien como ejemplo, porque todos hacemos algo mal. Debemos tener claro que nuestro único modelo es Cristo, pero eso no quita que reconozcamos el bien que han hecho y hacen otras personas.
El primer pastor que recuerdo de mi infancia era un hombre serio, que preparaba bien sus sermones y nos animaba a leer y a crecer intelectualmente. De él aprendí la importancia de una alimentación sana. ¿Era perfecto? Por supuesto que no, pero me dio ejemplo en eso. El primer presidente de Unión que conocí era un hombre tan alegre y vital que no podías dejar de reír a su lado. Siempre dedicaba un tiempo a los niños, y acompañado de su armónica, aconsejaba sabiamente a las parejas de novios. ¿Era perfecto? No, pero me dio un enfoque del cristianismo muy positivo. El primer director del Seminario que conocí era pastor y psicólogo. Como buen argentino, era un aventurero y un excelente narrador de historias. Me ayudó a apreciar los escritos de Elena de White y a entender su función en nuestros días. ¿Era perfecto? Tampoco, pero vivimos con él un tiempo precioso. No tolero, perdonen mi “intransigencia”, que la crisis de autoridad que vivimos me aleje de esas memorias, porque hay fe que imitar.
No creo que Pablo pensara que había que acordarse de cualquier pastor. Él deja claras las condiciones. Primero, pastores que hablaron la Palabra de Dios. Porque un pastor de verdad ama la Palabra de tal forma que no deja de hablar de ella. Ama a Dios y sus mensajes con tal denuedo, que apenas entiende de otra cosa. Compañeros pastores, den menos importancia a sus palabras y encarnen la Palabra. Segundo, pastores que tuvieran tal fe que fuese contagiosa. Y pide a los laicos que no piensen que todos los pastores son buenos o todos malos, sino que consideren la coherencia de su comportamiento, los frutos de su vida.
Tras la evaluación, se aconseja imitar la conducta de los que tienen verdadera fe. ¿Ejemplos? Sí, ejemplos.