Un encuentro con el enemigo – I
“Y todos se asombraron, de tal manera que discutían entre sí, diciendo: ¿Qué es esto? ¿Qué nueva doctrina es esta, que con autoridad manda aun a los espíritus inmundos, y le obedecen?” (Mar. 1:27).
Jesús se hallaba predicando en Capernaum. En este lugar sí lo habían recibido y enseñaba en la sinagoga. Ese sábado, la reverencia se rompió. Un hombre entró dando voces y gritos. Eran unos demonios, en realidad, que lo habían poseído.
“La causa secreta de la aflicción que había hecho de este hombre un espectáculo terrible para sus amigos y una carga para sí mismo estribaba en su propia vida. Había sido fascinado por los placeres del pecado, y había querido hacer de su vida una gran diversión. No había soñado con llegar a ser un terror para el mundo y un oprobio para su familia. Pensó que podía gastar su tiempo en locuras inocentes. Pero una vez encaminado hacia abajo, sus pies descendieron rápidamente. La intemperancia y la frivolidad pervirtieron los nobles atributos de su naturaleza, y Satanás llegó a tener el dominio absoluto de su vida” (El Deseado de todas las gentes, p. 221).
¡Cuán cerca podemos estar nosotros de caer en una situación parecida! Erróneamente creemos que hay cosas que solo aparecen en la Biblia o en las películas más tétricas. Pero el enemigo puede poseernos mucho más fácilmente de lo que imaginamos. Incluso, sin que haya manifestaciones tan ruidosas como las de este hombre, se mueve entre nosotros más de lo que pensamos. Es peligroso descuidarnos y es muy fácil caer en sus trampas, que hábilmente ha dejado por todos lados.
No sé si alguna vez has abierto puertas para que el enemigo tenga un pase libre. De formas aparentemente inocentes podemos estar dándole permiso a entrar: lecturas inapropiadas, juegos espiritistas, experimentos arriesgados, películas que lo exaltan y fomentan el miedo, música con letra que lo veneran, etc. No hace falta hacer pactos o grandes sacrificios para hacerlo gobernante de nuestra vida.
Reconozcamos a tiempo que él es más astuto que nosotros y escondámonos en Jesús, quien está dispuesto a librarnos una vez más.
Presta atención a esas trampas hoy y pídele a Dios que te ayude a obtener la victoria de su mano.