Cuando el carbón no te ensucia, te quema
«No se dejen engañar. Como alguien dijo: “Los malos compañeros echan a perder las buenas costumbres”» (1 Corintios 15: 33).
Sofronio era un maestro de la Grecia antigua que tenía la reputación de poseer una gran sabiduría. No solo eran sabias sus enseñanzas, sino que él también educaba a sus hijos con sabiduría. Una de sus principales normas era que sus hijos debían asociarse únicamente con personas cuya conducta fuera pura y recta.
Un día sus hijos le pidieron permiso para asistir a una fiesta. Antes de dar su consentimiento, Sofronio les preguntó detalladamente quiénes estarían presentes. Sin embargo, tras conocer que algunos invitados tenían una reputación dudosa, decidió negarles el permiso.
—Padre, debes pensar que somos muy inmaduros si te imaginas que nos expondremos al peligro —expresó el hijo con enojo.
El padre, sin decir palabra, tomó un carbón apagado y se lo mostró a su hijo. El joven lo agarró, pero sus manos se mancharon y un poco de polvo cayó sobre su túnica blanca.
—¡Qué problema con este carbón! Ya me ensució —exclamó el hijo.
—Exactamente, mi querido hijo —respondió Sofronio—. Si los carbones no te queman, te ensucian. Lo mismo ocurre con las malas compañías.
¿No te ha pasado algo parecido? ¿No te has sentido molesto cuando tus padres parecen ser excesivamente estrictos y desconfiados contigo? Además, puedes cuidarte a ti mismo, ¿cierto? Sin embargo, lo que a menudo pasamos por alto es la poderosa atracción que el mal puede ejercer y la enorme presión social que se impone sobre aquellos que intentan resistirse a adoptar las normas decadentes de la sociedad: las burlas, las miradas de desprecio y los comentarios hirientes. Estas circunstancias han llevado a muchos a abandonar sus principios y adquirir malos hábitos.
La única forma segura de evitar esto es mantenerse alejado de aquellos que tienen un carácter dudoso, recordando que, si los carbones no queman, ensucian, y que las malas compañías son perjudiciales para nuestro carácter.
El empresario estadounidense Jim Rohn afirma que «eres el promedio de las cinco personas que te rodean». ¿Quiénes son tus amigos? ¿Comparten tus valores? ¿Qué influencia ejercen en tu vida? Ora a Dios para que te ayude a discernir entre las buenas y las malas compañías, y a rodearte de aquellos que te edifican y te animan a crecer en el amor y la santidad.