Cuidado con el autoengaño
“¡Ay de los que ansían que llegue el día del Señor! ¿Saben cómo va a ser para ustedes ese día? Será día de oscuridad, y no de luz” (Amós 5:18).
Muchos israelitas tenían puesta su esperanza en “el Día del Señor”. Creían que ese día el Señor iba a castigar el pecado de las naciones que los acosaban. Además, consideraban que en ese día Dios los bendeciría, por lo tanto, para ellos significaba un día de celebración. Sin embargo, nada de eso iba a ocurrir, más bien sería el día de su condenación. ¿Por qué crees que sería así?
Imagina la reacción de la gente al escuchar a este extraño profeta que les dice que, en lugar de luz, habría oscuridad; en vez de liberación, tendrían condenación. Y la razón era que Israel había cometido tantos pecados como los de las demás naciones.
Los israelitas creían que sus prácticas eran buenas, creían que adoraban a Dios correctamente y que poseían la verdad: se reunían en solemnes asambleas, ofrecían los sacrificios en el lugar indicado y cantaban (vers. 21-23), pero sus corazones y su conducta estaban muy lejos de Dios.
Si la adoración no nos conduce a vivir en compañerismo con Dios, entonces son solo emociones pasajeras sin valor. Así también, para los israelitas, colocar la mano sobre un animalito antes de su sacrificio no tenía ningún valor, si ellos no se apartaban de sus pecados. Es decir, muchos israelitas no tenían una relación real con Dios, sino solo seguían costumbres y tradiciones.
No debemos equivocarnos al pensar que acudir a la Iglesia el sábado, leer la Biblia, ofrendar, cantar o tocar algún instrumento nos garantizan la salvación. Tampoco pienses que por pertenecer al Club ya estás seguro. Solo es Jesús quien puede salvarnos. Siempre debes depender de él para que el Día del Señor sea un día de esperanza, bendición y celebración.
Cada día, entrégale tu vida a Jesús. ¿Quieres hablar con él ahora?