Segunda oportunidad
“El Señor se dirigió por segunda vez a Jonás, y le dijo: ‘Anda, vete a la gran ciudad de Nínive y anuncia lo que te voy a decir’ ” (Jonás 3:1, 2).
Dios es especialista en concedernos segundas oportunidades… En realidad, todas las que necesitemos. Después de que Dios le salvara la vida a Jonás, no lo descartó para la misión que desde un principio le había encomendado.
Y esta segunda vez, Jonás obedeció el llamado de Dios. Puede ser que lo haya hecho por temor a las consecuencias de la desobediencia más que por el deseo de predicar; en verdad, no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ocurrió lo inesperado: cuando Jonás les dijo que en cuarenta días la ciudad sería destruida (recordemos que eran enemigos de los israelitas), nadie lo persiguió, lo apresó, ni le hizo daño, sino todo lo contrario, las personas se mostraban deseosas de escuchar la Palabra de Dios. Incluso el rey de Nínive ordenó mediante un decreto: “Clamen a Dios con todas sus fuerzas. Deje cada uno su mala conducta y la violencia que ha estado cometiendo hasta ahora” (vers. 8).
El hecho de escuchar la Palabra de Dios y aceptarla nos lleva a realizar hechos concretos; en el caso de Nínive: ayuno, tristeza por la mala conducta, arrepentimiento y confesión. Del mismo modo, Dios espera de nosotros acciones concretas como resultado de escuchar su Palabra. Cuando Dios vio la respuesta de los habitantes de Nínive, desistió de su plan de destrucción y los perdonó.
La reacción de los ninivitas ante la advertencia de Dios nos recuerda que, en cualquier lugar del mundo, hay personas receptivas al mensaje de salvación. También nos demuestra que no importa qué tan mala sea una persona o las cosas que hace, hasta la persona más inesperada (como el caso del rey de Nínive) puede convertirse en un mensajero del amor de Dios.
¿Te animas a hablarle a alguien hoy del amor de Dios y del plan de salvación?