Oposición y una nueva oportunidad
“Los israelitas, los sacerdotes, los levitas y los demás que estuvieron desterrados, celebraron con alegría la dedicación del templo de Dios” (Esdras 6:16).
Cuando el pueblo de Dios decidió construir el templo, enfrentaron obstáculos que detuvieron la obra durante quince años. Al principio, un grupo de personas se ofreció para ayudar a los judíos en la reconstrucción, y ellos se negaron. Hicieron bien en negarse, pues eran “enemigos de Judá y Benjamín” (Esd. 4:1). Pero estas personas insistieron diciendo que adoraban a Dios, aunque adoraban también a otros dioses. De esa manera, el enemigo los usó para detener la reconstrucción.
Después de un tiempo mostraron su verdadera cara: “La gente del país intimidó al pueblo de Judá y lo atemorizó para que no siguiera edificando. Sobornaron además contra ellos a algunos consejeros para frustrar sus propósitos” (vers. 4, 5, RVR 95). Es decir, este grupo de personas los engañó, les mostró interés para ayudarlos, pero después amenazaron a los israelitas para que no siguieran edificando. Como si fuera poco, les pagaron a personas poderosas con autoridad para prohibirles la edificación del templo. En ese contexto, Dios llamó a dos profetas: Hageo y Zacarías (5:1) para reanimar al pueblo y recordarle el plan del Señor para ellos.
Por su parte, el rey Darío se encargó de buscar el decreto original en donde se le autorizaba al pueblo la reconstrucción. Para su sorpresa, además del permiso se encontró con la indicación de pagarles a los trabajadores y darles todo lo necesario para los sacrificios (Esd. 6:8, 9). Por supuesto Dios influyó en las decisiones de los reyes Ciro, Darío y Artajerjes (6:14). Por eso el sabio Salomón afirmó: “La mente del rey, en manos del Señor, sigue, como los ríos, el curso que el Señor quiere” (Prov. 21:1). Esto significa que Dios es más poderoso que cualquier rey de esta tierra, y que cuando se propone algo, sus planes se cumplen. Tal como anticiparon los profetas, la reconstrucción del templo terminó en el año 515 a.C.
¿No es maravilloso saber que para Dios nada es imposible? Entrégale tus desafíos hoy.