Cuando Salomón no fue sabio
“Cuando el rey tome posesión del poder, mandará que le hagan una copia escrita de esta enseñanza, tomada del original que está al cuidado de los sacerdotes levitas. Siempre deberá tener esa copia consigo, y leerla todos los días de su vida” (Deuteronomio 17:18, 19).
Desde que el primer presidente de los Estados Unidos, Jorge Washington, asumió su cargo, existe la costumbre de que cada presidente estadounidense inicie su gobierno con un juramento sobre una Biblia. Así reconoce que con la ayuda de Dios gobernará con sabiduría. Algo aún más significativo ocurría en Israel cuando un rey asumía el trono: debía escribir todo el libro de Deuteronomio. Recuerda que este libro es la repetición de la ley. Son discursos de Moisés que, al obedecerlos, garantizan la prosperidad. Salomón cumplió con esta costumbre. No solo escribió, sino que leía cada día lo que había escrito (al menos durante la primera mitad de su reinado).
Básicamente hay cuatro indicaciones de lo que se esperaba que ningún rey hiciera, y están registradas en Deuteronomio 17:16 y 17: No depender de su caballería, no regresar a Egipto por ningún motivo (ni por comercio), no tener muchas mujeres, no acumular demasiada riqueza.
¡Pareciera que Salomón se propuso ir en contra de cada una de las cuatro indicaciones! En 2 Crónicas 1:14 y 17 dice: “Salomón multiplicó el número de sus caballos y de sus carros de combate; llegó a tener mil cuatrocientos carros y doce mil caballos […]. Un carro importado de Egipto costaba seiscientas monedas de plata” (NVI). Aquí desobedeció las primeras dos indicaciones. La caballería y el ejército llevaban al pueblo a confiar en sus recursos y fuerza humana. Además, en 1 Reyes 11:3 leemos: “Tuvo setecientas esposas de rango real y trescientas concubinas, las cuales desviaron su corazón”. El mismo versículo nos presenta la consecuencia de su mala decisión. Por último, 1 Reyes 10:14 al 22 registra el exceso de riqueza.
Aunque “Salomón” aún hoy para muchos es sinónimo de sabiduría, en realidad solo fue sabio cuando obedeció la Palabra de Dios. La sabiduría se puede recibir de Dios, y también se puede perder cuando nos alejamos de Dios. ¡Elije siempre estar cerquita de tu amigo Jesús!